Yo poseí más de mil libros y,
en su ausencia, la decena que ahora veo desde esta cama me resulta
superviviente de una gran pérdida. Como dicen de aquellos que se
salvaron de los campos de exterminio, ahora esos pocos libros se
sienten culpables de su presencia en este mi nuevo mundo. De un modo
oscuro, su visibilidad en el espejo de mis ojos les aterra. Piensan
los libros liberados que, quizás, ellos merecieran con mayor motivo
y peso permanecer en el espacio de la pérdida. Aquellos otros que en
aquel lugar se quedaron, ¿son acaso menos dignos? ¿no fue el azar
el que actúo eligiendo a “El alemán es fácil” frente
al muy digno y honesto “Don Quijote”?. Por ello, casi me
digo porque me dicen, todo libro ha perdido ya su valor y significado
antiguo. Repito, no es esto simple creencia mía. Yo ya solo miro lo
habido y lo por haber. Esta pérdida de sentido es una misteriosa y
siniestra decisión de las inertes páginas y sus ahuecadas palabras.
Un misterio tremendo que fascina en la cercanía de extinción..
sábado, 19 de septiembre de 2015
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