"El hecho de que no haya poso en tu taza de café, ¿demuestra que eres inmortal?
- Debería , dice" (Téa Obreht: La esposa del tigre)
" También en las artes del sabor, en el corazón de la gastronomía festiva, se hace real aquella definición de Rilke: "Lo bello es el comienzo de lo terrible que aún podemos soportar". El vídeo de la muerte del bogavante nos lleva a confirmar que la civilización y sus ornamentos se cocinan sobre el movimiento de los miembros desgarrados por el cuchillo de piedra o metal. Civilización y barbarie. Buen apetito -- contradictio in adjecto" ( un uno, ele; ayer).
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Finalmente se hace balance y se navega por las aguas del recuerdo con skateboard: la gorra de lado y la mirada centrada en los rodamientos. En el pasado - un poco al modo de los paseantes de Friedrich pero en lago suizo y con temperatura primaveral - me imagino navegando en un pequeño velero, buscando el viento cálido y acompañado de Mary Shelley y su criatura.
No estoy en Suiza (es invierno). Me gustaría estar pasando (ahora) el fin de año en Praga o reposar decadente en un Karlovy Vary desalojado de turistas, habitado por fantasmas de señoritas necesitadas de psicoanálisis y monjas de manos blancas y temple de acero. O calentarme en una caminata loca, bien abrigado, por Nueva York.
No es el caso (dictan los posos del café).
Pero estoy contigo.
Doy gracias a Dios - y así se lo comunico al mundo - por no ser el bogavante del vídeo. En su sacrificio, el animal me ha subrayado la hermosura de lo que tengo ( y no sólo de lo que soy). Doy gracias a Dios porque el cuchillo no me ha partido en tres cachos la cola ni dividido geométricamente, en simetría cruel, la cabeza. No tengo necesidad de mover los miembros como bailarín cubista (y como sin ganas) cuando me pasan por la sartén.
No soy un bogavante rodeado de arroz ni la tortuga de la sopa.
Soy un náufrago en la isla de L y eso es una suerte. Es suerte la tristeza y la impotencia, la sonrisa y el trazo preciso de la cuchilla en la yugular. Doy gracias a Dios porque la sangre nunca llega a Tokio ni la pena desborda el río.
Doy gracias porque el dulce olor de la marihuana me provoca náusea metafísica en las tripas.
Doy gracias porque es tanto lo que no he hecho que lo que nunca haré se torna irrelevante.
Doy gracias porque los pies fríos descansan en mis zapatillas viejas.
Doy gracias porque ahora voy a seguir leyendo los cuentos de M y es maravilla que, mientras yo miro sus pasos, mis hijos y C estén en la cama, durmiendo, soñando con pesadillas, dejando olor en el cuarto.
Doy gracias porque al menos hoy no comeré arroz con bogavante y cuando lo vuelva a hacer sentiré todo el esfuerzo que la crueldad debe hacer para convertirse en la espuma de los días.
Doy gracias a los que me miran y no temen mostrarme su lágrima.
Doy gracias al poder que me miente y sodomiza porque me hace sentir vivo e inteligente.
Doy gracias al té verde de las mañanas, al teclado de este ordenador y al plátano amarillo con el que inicio mis oraciones.
Gracias a la escritura que me permite aceptar que lo que ahora degusto en el fondo de la lengua es el sistema nervioso del bogavante.
Doy gracias por el don de la profecía . Doy gracias a los posos del café.
Deseo que todo el año sea the fairest of the seasons