El
28 de junio de 1940 Adolf Hitler viajó muy tempranito a un París
recién vencidito.
Dicen
que llegó a las cinco de la mañana acompañado del arquitecto
Speer y otros grandes artistas.
Vestidos
para la ocasión con uniformes militares, visitaron la
Ópera y se fotografiaron con la Tour Eiffel de fondo
Las
fotos registran el avatar del führer en París.
(Desde
luego parece poco verosímil y hasta extemporáneo imaginarlos con
pantaloncitos cortos .... ni siquiera en el modelo bávaro).
El
caso es que la comitiva abandonó excitada la ciudad, no por lo
visto sino por lo visionado. Vieron (otra vez) el Gran
Berlín superando en esplendor al Gran París. Edificable poéticamente en menos de diez años. Adolf dixit,
Speer diseña la corrida
Cuando
el coche de carreras ganó a la parafernalia del arte clásico, toda
la quincalla del Louvre quedó para turistas. Coches, en la
calle, los hay a miles. Entramos en el museo como vamos a la iglesia
en los funerales: por piedad dirigida a los difuntos
El
caso es que cinco años después, Berlín sí se convirtió en
la gran instalación artística del orden post-bélico. Una obra anónima o colectiva.
Sus
texturas decían más del siglo que la ciudad de la luz que nunca
ardió. Polvo derrumbado en la piedra tallada en una isla griega, dibujos del viento, soldados rusos con relojes robados a los muertos, jóvenes violadas por jóvenes, viejas sin dientes y con hambre en las encías, el reich con minúsculas meado con orines siberianos, un cielo chupando con la lengua seca y sucia el río spree arrollado, arroyado, cadáveres calcinados mordisqueados por los mosquitos, montañas de escombros y excrementos como en un cuadro de Dalí cuántico, pan y fuego que miran como ausentes (según le gustan al poeta)
La
brecha berlinesa fue de hormigón quebrado
fue signo del final del siglo
fue
cifra de mi cuerpo y de mi alma un año después de que escribiera
estas palabras.
Después
Nueva York robó el imperio de la estética a París. Se llevó al
muerto
*****
Me
gustaría visitar París de madrugada; el 28 o el 29 de junio son
buenas fechas. Yo me haría también una foto en el Trocadero y
hablaría con los amigos de una nueva ciudad al otro lado del río y
de la historia. Una ciudad que, diez años después, quedaría
convertida en lodo y olor a gasolina.
No
sé por qué pienso en mi cuerpo como ciudad y en su arquitectura.
Y
pienso también, en el mismo movimiento de introversión, en el
disparo de Hitler y en el de Eva Braun y en el de la perrita
Blondie. En el momento de los tres disparos consecutivos, Berlín ya
era signo y cifra de la época oscura que llegaba. Y pienso en Speer
o Arno Breker escribiendo sus memorias y limpiando con imbecilidad
unos sueños cargados, ya en el inicio, de basura e idiotez.
DIJERON:
Pensás
en tu cuerpo como una ciudad porque es una ciudad, así como las
ciudades son ... cuerpos. Yo sí me imagino a estos muchachos bávaros
con pantalones cortos, niños crueles que quizá hasta ataron gatos a
las vías del tren. Gran tema: ríos de tinta (no tan negra como la
de Lug) sobre París como capital del S. XX. Benjamin, Renato Ortiz,
Susan Buck-Morss, David Harvey y sigue la lista. ¿Y Berlín? ¿Y
Berlín, qué? Si París era la diversión, Berlín era la
perversidad. Y por esta única razón ya merece ser objeto de tesis y
de deseo. Con sus pliegues, sus desastres, sus incendiarios cadáveres
espartaquistas flotando en un canal, sus triste arquitectura
comunista y sus álamos talados a hachazos. Alguien le debe unas
cuantas palabras a Berlín, ¿no le parece, brother bicéfalo?
(MARIEL
MANRIQUE dijo
el 29 de junio de 2009)
(Aranda- Burgos, 29 de junio de 2009 y de 2014)
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