¿Para
qué escribimos? ¿Para qué entra uno en un blog para escribir
"entradas"?Yo siento que para encontrar hermanos a la
distancia y sentirse menos solo, para expandir en altura y
profundidad su mundo y para reconocerse en el otro, haciéndolo parte
de su constelación (Mariel Manrique a L, agosto de 2009)
I
Tras
noche inquieta, asolada la conciencia de malestares diversos, el que
ya casi no escribe se despertó muy pronto aunque aguantó en la
cama hasta que tuvo suerte y, no sin esfuerzo, volvió a caer de nuevo en el suave sueño. Anotó al despertar, justo antes del olvido:
“ He
soñado con una antigua alumna que me ha dado un afectuoso abrazo y
me ha sonreído con amabilidad ni escrita ni fingida, haciéndome partícipe de una conversación llena de amistad y buen
ánimo. Me ha dicho que va a rodar próximamente una película. He
conseguido levantarme feliz al 55 % por la buena noticia. Que conste - ¡honor y gloria a
los sueños, las palabras compartidas y las caras bonitas ! - en
Quintanilla de las Carretas, a 1 de agosto de 2009”.
Pasado
un lustro y algunos días de aquel memorable hecho, él ha vuelto a
soñar hoy y en su paisaje onírico aparecía un pequeño molino de
agua. Decía el sueño que era necesario llegar a un cierto sitio
(otro molino) para agradecer los favores que ha sentido en una semana
marcada por la dialéctica del tan cerca y tan lejos. Él agradece
que su paisaje se haya expandido en altura y profundidad en estas
jornadas de vida, como ya pronosticó Mariel, aunque refiriéndose a la escritura
II
(Summer,
2009). Estoy en mi ciudad natal. Una ciudad soberbia que solo se
llama Ciudad. Mi ciudad es famosa por su pasado fascista y
ultracatólico, por sus morcillas neandertales y por el Cid Campeador. Siempre me
han gustado de mi ciudad los largos paseos y los cambios bruscos en
lo meteorológico. Supongo que la combinación de ambos rasgos nos
hace a todos un poco raros. El sábado 1 de agosto, feliz al 45 %,
estuve de compras por el Mercado Norte y puede contemplar lo que los
locutores de televisión anunciaban: cambio en las temperaturas y
lluvia. El gris fue invadiendo una mañana más o menos despejada.
Era un gris duro y gótico, espeso, como de fin germánico del mundo. Me metí en el
coche. En Radio Clásica sonaba una cantata de Bach. No había
interferencias. Frente a mí, forzado a la quietud mi ojo por un
semáforo, un árbol recio era agitado por la lluvia y el
viento. El árbol luchaba pero se sabía a merced de sus enemigos.
Bach subrayaba el combate y la derrota, la gloria de mi mirada que
podía contarlo y cierto heroísmo sin norte del árbol. Me sentí
bien. Feliz, en un instante, al 85%. Faltaba alguien a quien contar
el éxtasis sin que se riera de mis tonterías. Se lo intenté
comentar a mi ángel de la guardia, pero no estaba. Ahora, cuatro
días después, os lo cuento a vosotros.
A
mayor gloria de la mirada
(Summer,
2014) Asomado a un puente sobre el río, recibo una lección gratuita de contemplación
del lecho. El que ya no escribe, al despertar, encuentra
tatuadas en su pecho unas palabras. Cosas que no debes olvidar:
Baldosas hidráulicas en
un suelo; mil conversaciones y solo una risa estridente; el olor de
la práctica del sexo; dos almas; los pequeños recuerdos
escolares; la Luna creciendo en un atardecer que mostraba aviones
iluminados por el sol; el saludo ritual al espejo de un baño; M. y
Ch. aceptando la invitación en un bar... Todo escrito con una bonita letra y ocupando casi todo el espacio que va del cuello al vientre.
III
(Summer,
2009) Regalo un paseo a mi tristeza. No en vano cumple años como yo.
Es el día dos de agosto. Salimos del coche cansados. Ella me pide
retornar a la caverna así que procuro que el cuerpo, con su fuerza
animal, la arrastre si es preciso por el bello parque. Veo agua
pulverizada iluminada por el Sol. “Tonto, me dice ella, no vas a
conseguir convencerme con tan poca cosa. ¡He visto ya tantas
fuentes!”. Hojeo un libro sobre Norman Rockwel en la librería y decido regalármelo. Mi
tristeza lo mira y sonríe. “Menos mal que no has comprado nada
de los expresionista alemanes”. Vemos a los niños
y a los policías de Rockwel, las portadas navideñas. Todo nos gusta. Nos dirigimos
a nuestra cafetería habitual. Me gusta el jazz que suena suave. A
ella también le sienta bien esa música cuando está tranquila. La
máquina de café nos desea un buen día ( have a good day). Leo
el artículo en Público de Luna Miguel. Sonrío. Ella, la tristeza,
me arropa con su suave lienzo y me acaricia el pelo. Nunca llegaremos a nada pero es bonito sentirse querido por alguien que siempre va a tu
lado. Pero procuren no imaginársela cuando se pliega sobre sí misma
y se enfada. Su sola imagen hace daño. Dedico el texto a mayor gloria de la tristeza cuando es un lienzo suave que me cubre el
alma.
(Summer,
2014). En mi tumba podría figurar el siguiente lema: Hizo
demasiado caso a su tristeza. Sé dónde habita el exorcismo
para vencer provisionalmente a la dama del lienzo suave cuando se
enrosca sobre sí y se torna terrible. Siempre existieron llaves. Hace un lustro y ahora
mismo. Ella, portadora de llaves, ha dicho que es error sacrificar los placeres en el altar de la pérdida del tiempo y otras pequeñas responsabilidades como limpiar el polvo de la casa o los cristales. Y se prepara para dar cuenta de todos ellos. Lee un libro de recetas de "haute cuisine" pero no se olvida de la olla express. Y se ríe de mí porque hablo con esmero no simulado de la limpieza de un gran calamar de colores psicodélicos. Ni una ocasión perdida para hacer temblar el cuerpo, apunta de nuevo.
Mañana será el día que sigue al viernes. Si no fuera tan viejo y la tristeza no me mirara, dedicaría las próximas jornadas a los huevos con torreznos y al onanismo.
Provisionalmente.
Mientras doy las gracias y me preparo para cruzar un desierto como Ángel Valente.
Burgos, Agosto 2009- Agosto 2014
Me gustan mucho tus diarios. Eso me recuerda cuánto necesitamos que nos amen, y cuánto necesitamos amar(nos).
ResponderEliminarUn beso
Que así sea...
ResponderEliminarGracias