Sir John Tenniel: Alicia y el Dodo
lo que no ha empezado
no se puede terminar
no se puede terminar
( Canción del Dodo, en Alicia de Disney)
Se
(me) animaba, hace ahora cinco años, a la reflexión sobre el darwinismo desde el blog Waldenland25. Dije allí:
" Deslicémonos en pocos párrafos y en dos jornadas hasta
llegar a la visión y al transformismo bicéfalo. Todo ello desde el
diletantismo. Y desde la ubicación en una meditación filosófica
que muta incesantemente desde el concepto a la lírica".
El programa siguió su cauce y, con él, la vida de la mortal criatura. Todo mutó tanto que, en la maravilla de la decepción que es siempre primavera de lo ignoto, replico hoy con ligeras modificaciones las ideas allí dejadas.
I
El darwinismo descentraliza de un modo radical. No sustituye un centro por otro sino que estrangula la idea misma de “centro” y convierte la realidad en una secuencia, en apariencia caótica, de rutas evolutivas que no llegan a ninguna Roma. El Darwinismo es la aniquilación de todo eje.
(salvo en la percepción
zen o la contemplación )
El
darwinismo ataca
los nervios de
los que insisten en Caminos de Plata y Rutas privilegiadas para
llegar al Sentido, la Historia o la Catolicidad. O para decir mejor:
no es que se nieguen esos
caminitos
hacia el sentido sino que toda senda queda infiltrada de una
precariedad nunca vista . Pan para hoy y hambre para mañana. Todo
dominio en un ecosistema lleva escrito en su
frente el inicio de la decadencia.
El
darwinismo crea un orden
metafísicamente minimalista. La
pluralidad de líneas o hilos anula jerarquías sin negar una
legalidad que se torna más sutil y caprichosa: la
misteriosa selección
natural.
Se asocia el darwinismo con la idea de la
supremacía del más fuerte.
Sin embargo esta idea me parece circunstancial e insatisfactoria .
Está, como toda idea, preñada de los signos de su época. Muy siglo
XIX. Porque el evolucionismo cuestiona la propia idea de “fuerza”. La
“fortaleza” patina en la red de los real,
es decir, no es que se anule, al final alguien gana y alguien pierde
, sino que se
complejiza porque se hace dependiente del contexto.
Y hablar de contextos es siempre hablar de oquedades de futuro.
La comprensión de cualquier realidad está inseparablemente unida al destino de su contexto. En él encuentra su sitio en red. Toda realidad se desvela, en la visión metafísica darwinista, como algo desfasado que apunta a un pasado que se despertó fantasmagórico y a un futuro aún no vigente.
La comprensión de cualquier realidad está inseparablemente unida al destino de su contexto. En él encuentra su sitio en red. Toda realidad se desvela, en la visión metafísica darwinista, como algo desfasado que apunta a un pasado que se despertó fantasmagórico y a un futuro aún no vigente.
Por
eso: todo
el evolucionismo es un ecologismo.
La misteriosa verdad, en el borde
de la magia, del holismo.
En fin, en la descentralización darwinista gana la pragmática. Todas nuestras peculiaridades se desvelan como herramientas que son pragmáticamente validadas en un contexto de posibilidades y riesgos. Los seres conforman grupos de presión inmersos en hábitats con forma de estratos temporales. Los contextos son capas o mantas (patchwork) conformadas por un entramado de hilos más o menos coloreados, que tienen que buscar relaciones de equilibrio con otras mantas. El ajuar de lo real arropa un núcleo al que podemos llamar, provisionalmente, “nada” y que por definición no se deja arropar (como un niño que retira insistentemente la colcha y la sábana). En esa “nada” brotan y se hunden nuevas historias evolutivas, viejos-nuevos hilos rojos, negros o azules de pretensión y centralidad. Un espectáculo para la vista; un drama para la ética dogmática.
II
El darwinismo abre la puerta a mutaciones desconocidas. No cabe hablar de milagros o castigos, como en la época teocrática, ni de mónadas que coordinan sus relojes para iniciar el Gran Salto Adelante, como en la época metafísica. En el cosmos darwinista el joven Samsa se levanta convertido en “monstruoso insecto” para ser devorado por su familia mientras su hermana “irguió sus juveniles formas, (y) pareció corroborar los nuevos proyectos y las sanas intenciones de los padres”. Mala suerte, chaval. Ella gana. “Si el cobre se despierta clarín, no es culpa suya”, relataba Rimbaud. Por eso Arthur comprendió que no hay destino que cumplir y siempre es posible malgastar la fuerza y la heredad. El brillante poeta adolescente – el más fuerte de los niños del Parnaso – se transforma en mediocre corredor de mercancías etíopes.
Los seres vacíos, el primer nombre de este blog, un día se despertaron fusionados en la bicéfala tortuga. Ellos que se mostraban tan cercanos al núcleo duro de lo real, la vacuidad cómica, se encontraron de pronto en el pellejo de la triste y casi mineral criatura, mirando al porvenir con indiferencia dolorida. Una cabeza destructora y una cabeza lírica emergiendo en la roca del escepticismo.
Pero caben nuevas transformaciones en este universo XXI, como nos han enseñado las historias de los mutantes del cómic y me ha demostrado la torpeza de mi vida. La tortuga puede morir, a imagen y semejanza, del pobre Gregorio Samsa de Kafka, víctima de su propio universo, o bien puede acabar transformada en la bella hermanita Samsa, con juveniles formas y futuro abierto, gloria de sus padres y beneficio de la humanidad. Quién sabe, oh hermanos.
La tortuga puede
convertirse mañana en el Shiva
danzarín (Shiva
Tandaba).
Hay blogs que se distinguen por el valor añadido que le aporta la experiencia..
ResponderEliminarEnhorabuena!! Bss