"...como si cada silencioso dolor fuese incomunicable e insular” (H. Melville: Moby Dick)
Y dijo:
todo dolor sea acompañado por algún tipo de esperanza para conservar así su faz humana, servir de apoyatura a la narración, al templo y al gesto de recogimiento
la esperanza abre el horizonte del otro lado desde este lado
la esperanza (debe) siempre (enrrollarse) un paso más atrás de sí misma
(por cuestión de salud pública, para proteger su precaria contingencia y debilidad, habitante del espacio del qué me cabe esperar, preservada en el futuro o en el otro país, el sur anhelado o la tierra de jauja o la aniquilación. O el reino de lo que en verdad son las cosas).
la esperanza: tímida de sí. Ausencia.
la muerte y el presente son irrepresentables. Sólo podemos acceder a ellos a través de la ausencia (Juan Muñoz).
la esperanza: horizonte de interpretación y terapia (al menos paliativa), promesa de una jornada en la que podremos conservar el calor de los rayos albinos del sol en la tostada del desayuno, esa mañana en la que una conversación frente al café armoniza formas y temperamentos un segundo antes de que todas las relaciones se hundan en las miserias y el constante suceder de lo mismo.
La esperanza del cambio: mutación, iluminación, conversión en atmósfera, in-fusión del lenguaje. Conversar. Ser lo otro, en el otro sitio, allá- acá.
La experiencia estética es ya mística ontológica (ligeramente acobardada y dramatúrgica --- ¿no es todo arte barroco en el haz o en el envés?).
(mi) alma genera sus fantasías de cambio – azar o providencia- y se dejará siempre llevar por los espejismos para salvar la salud. La partición del espacio de visión en un acá/ un allá, dentro/ afuera, espejismos/ cosas, teatro/vida parece, pues, inevitable y correctísima medida profiláctica. Aún así, esta “correctísima” divisoria desvaría (no sé si baila pues se exigiera música y ¿quién canta- nos canta – nos encanta en el siglo?), desvaría en la conciencia de la dramaturgia como lógica atmosférica, marca de lo que hay.
“(Es posible que) un martes cualquiera al atardecer el ventrílocuo y su muñeco se junten a practicar, ambos sentados. Imagino se deben saludar. Es ahí donde surge la extrañeza. Uno posee la lengua. El otro el lenguaje” (Juan Muñoz)
Nadie (yo) dice que sea fácil deslindar en este país de la esperanza lo que sea asunto de las cosas de lo otro, el doble o la imagen sostenida al otro lado, habida cuenta de que (las cosas) tienen también sus reflejos, reflejos que nunca sabemos si son negociables con ellas o del todo ajenos a su política metafísica. La ternura de las cosas, por ejemplo, cuando se muestra en el objeto bello o la acción justa, no nos entrega carta de extranjería o certificado de pureza de sangre. Por eso lo bello es difícil. Nos hace atmósferas variables porque no sabemos si es el momento de la revolución o de la conservación.
(Le confunde a P que sea persona de carácter tan variable)
Creo que si pudiéramos mantener resguardadas las cosas de los espejismos y permanecieran (las cosas) delimitadas en el otro lado, no deberíamos tener miedo alguno y respirar confiados en nuestras esperanzas. Si, por el contrario, algunas de las entidades que pueblan el acá de los espejismos se introducen en la ternura de las cosas, en el allá de la esperanza, la patria de las cosas, entonces, ay, una sospecha de sombra o un mero destello del espejismo bastarán para arruinar un imperio o hacer rey del alma al demonio o la neurosis. Todos los reyes, en efecto, estarán desnudos y las sonrisas se convertirán en sucesiones de átomos físicamente mesurables. La esperanza matará a la esperanza. Y nosotros contemplaremos absortos lo que se despliega sin poder hacer nada, convertidos todos los colores y vibraciones en oscilaciones de onda.
La horda ilusionista convertirá nuestra vida en un sistema inestable, la base de todo el totalitarismo.
Seremos soldaditos de plomo paralizados con curare o códigos deontológicos.
Ella dejará de ser mujer enamorada para convertirse en hembra animal en celo.
(Imágenes: Juan Muñoz)
brutal, amigo bicéfalo...
ResponderEliminarrecibir el verano con un texto como éste es quizá una correctísima medida profiláctica, pero también una cicuta, un mantra que en su repetición ofrece su diferencia...
tantas aristas en tu texto y no sabe uno por donde entrar. ¿Conoces a los perros de Tíndalos? Forman parte de un cuento: eran espíritus hambrientos, moradores de otra dimensión; entraban en nuestra realidad a través de los ángulos. Así busco en tu texto: el ángulo, el quiebro por el que entrar en la ternura de las cosas, si es que la sintaxis es porosa aún, si es que la polifonía de voces yuxtapuestas, centrífugas, me conceden un espacio para el sosiego...
lo encuentro en varios momentos y hago morada (provisional) en ese vértigo intersticial, justo donde los ritmos se desajustan levemente y el pensamiento deviene casi espectral, casi mudo
agradecido, LUG
Querido Stalker, gracias por el comentario y perdón por la respuesta tardía. Cuando el vértigo( el mareo) que se me ha colado desde las cosas (sin su ternura) cese, seguiremos. Un abrazo de agradecimiento.
ResponderEliminarLuis