Queridos
Reyes Magos de Oriente:
este
año no sé si he sido bueno. Ni siquiera puedo certificar, con un
mínimo de dignidad, si realmente lo he intentado. De pequeño creía
que vosotros teníais acceso a esas extrañas verdades del bien y del
mal y que, por ello, de nada servía decir que
he sido bueno o malo o regular porque,
cuando abríais mi carta, yo ya estaba catalogado en El
Gigantesco Libro de los Niños Buenos, Malos y Regulares
que, imaginaba, presidía la mesa de vuestro despacho. Sin embargo,
en aquellos lejanos días, sí solía escribir con mi mala letra de
estropajo que había
sido bueno y había obedecido a mis padres
porque estaba convencido de que era verdad. Sinceramente me sentía
sincero. Ahora que soy un poco más mayor, no me atrevo a decir casi
nada y así me va el pelo. A veces creo que he sido bueno pero, en el año que acabó hace unos pocos
días, también he traicionado, decepcionado o dañado a más de uno. No he
podido evitar la crueldad y me han faltado fuerzas para emprender
acciones dignas de ser rememoradas. Por esa razón, y sin estar
tampoco en una atormentada sospecha, que ni ahí llego, creo que no
sería mal regalo acceder al
Informe Personal de Conducta e Intimidad
que elaboran sus Majestades y describe mis quehaceres y los subraya
con lápices de distintos colores. Si mañana por la mañana, cuando
mire entre los zapatos, encuentro el grueso volumen de mi
Evaluación
Anual,
podré decir que es un puntazo de regalo, no me digan que no Majestades. Tendría un plano general de mi quehacer y el resultado final de las sumas y restas.
Sucede,
y perdonen mi torpe soberbia, que las cosas están quizás mal
planteadas en esto de las cartas a los Reyes. ¿No sería mejor que
fueran otras personas las que hablaran de uno y dijeran, por
ejemplo,
Queridos
Reyes Magos: voy a enumerar las cosas buenas que Tal ha hecho este
año y de las que doy fe , haciéndole merecedor de regalos ?.
Este
ejercicio resulta más fácil porque yo, desde luego, sí que visto a
gente cercana a mi hacer cosas buenas. No es que hayan sido
perfectos en todo momento porque también les he podido ver en
actitudes poco dignas, digamos que con los pantalones bajados y
sodomizando a un cervatillo con su egolatría. Pero, ya digo, creo
que hay muchos Tales y Cuales que han hecho cosas bonitas que merecen
ser recordadas. La carta sobre ellos podría continuar así:
Si
sus majestades quieren, me gustaría que trajeran a Tal el
convencimiento de que tiene un buen puñado de virtudes y no muchos
más defectos que la inmensa mayoría.
Además,
me gustaría que Tal me siguiera apreciando aunque sé que no es
tarea fácil porque yo me encuentro a varias galaxias de algún punto
de serenidad. Seguro que este año llenaré su cabeza con mis bilis,
quejíos y decepciones. Por eso, creo oportuno que le dejéis una
cajita llena de santa paciencia y otra de buen talante para que, si
tiene que mandarme a freír espárragos, lo haga con suavidad.
Vale,
sé que esto del final es un poco egoísta por mi parte, pero estas
cartas van de sinceridad y ese rollo, y si yo me muestro egocéntrico
en mi petición para Tal, al menos le estoy dando la oportunidad de
ser bueno (conmigo) y, por la misma, ser digno merecedor de un
notable en conducta.
Por
otra parte, podría decir que si lo que me ha traído Papá Noel es
significativo de mi moral en el año pasado, he debido de ser un
bicho malísimo porque, sin duda, sus regalos en Navidad no han sido
precisamente de contornos suaves y golosos. El Hombre de Rojo y sus
Renos me han dejado cosas llenas de aristas, botes de ansiedad y
ausencias, juegos de destrucciones, muñecos de ojos negros y cosas
así. Una pasada, Majestades, que me gustaría verle a él en mi
situación. Pero, bueno, asumo los regalos si Santa los ha
considerado oportunos. He creído adecuado decíroslo , no por afán
chismoso sino para que lo tengáis en cuenta, no vaya a ser que
reciba una doble penalización o algo así.
Por
todo lo dicho que me ponga ahora a pedir cosas creo que no ha lugar.
Insisto en que sí querría que otros recibieran un poco de luz para
que con ella me iluminen. Estoy un poco cansado de la conciencia
autónoma y, en lo que a mi respecta, quisiera ser tutorado por
algunas de las personas que he visto por ahí1.
De igual forma, sigo anotando que poder acceder a su Informe
de Evaluación
sería una pasada. No es que ya esté harto de autoevaluarme en plan
liberal ilustrado, es que, sencillamente, no tengo ni fuerza ni
criterios para hacerlo. Y estoy agotado del sarcasmo y la ironía.
Recordad que, de pequeño, nunca me trajisteis el Scalextric.
Les
deseo que tengan un buen regreso a sus palacios. Quizás algún día
vaya a visitarles porque he anotado algunos destinos pendientes en
Oriente. Sería un honor y un placer inmensos poder ser recibido en
sus salones, solo o en compañía de otros.
L
Nota
1:
Sobre la bondad contemplada en los Tales y Cuales:
Los
Justos
Un
hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que
agradece que en la tierra haya música
El que descubre con placer
una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un
silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una
forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no
le agrada
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de
cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que
justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que
agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los
otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están
salvando el mundo.
Jose Luis Borges