Romina Power
La idea fue repetida mil veces para ver si se hacía verdad en algún mundo:
no debemos confundir la libertad y el libertinaje. Desde luego, no dice mucho de la especie inteligente que una idea, para hacerse con su momento de verdad, deba repetirse
ad infinitum y como sancionarse en su propio eco. Salvo que tengamos alguna metodología compleja de
la repetición - racionalización, casi seguro, de la estupidez de un animal que solo con repetir mil veces las cosas se las acaba creyendo-, salvo en este caso y con dudas, la perspectiva de tener que mirar en nuestra mollera, en nuestro carácter y conducta para descubrir verdades fundamentadas en la mera repetición, nos provoca una angustiosa versión del tedio.
... pero supongo que hay que hacerlo.Por vicio, seguro, o por funesta manía.
Destella en mil y una ocasiones, en los pequeños actos del día a día, la sentencia sobre la libertad confundida por el libertinaje. Debo reconocer que la enjundia de la frase hizo de las suyas y, en verdad, yo, como tantos otros,
estoy convencido en la superioridad del orden y la ley, sobre todo en el micromundo de lo familiar y sus aledaños. Ley y orden que son los testículos cubiertos por el escroto dorado de la libertad que va por su sitio. La elección, me digo, no puede ser de
cualquier cosa sino siempre de
lo correcto, sea esto la paz en el mundo o evitar daños a terceras personas. Me parece tan razonable que, en mi imaginario,
veo a la libertad como mujer y esposa, inteligente tecnócrata con cierto gusto por las bellas artes y miembro activo de varias organizaciones de ayuda al desarrollo y la cooperación. Por supuesto, habla inglés sin acento de Chamberí. Mientras tanto, en una esquina,
el libertinaje se me muestra como un viejo cargado de ropas un poco a lo siglo XVIII, quizás un Voltaire escuchimizado y vicioso, con su cosa fuera,
deseoso de entrar en contacto con todo lo que desenfrena nuestra plácida vida, princesa, sea esto el vino y el humo aromático, la carcajada loca y la sonrisa que coloca, el gusto lagarto por el sol, el tacto, la conversación sin objetivo y, en la base, el placer de
violentar todos los sentidos comunes. Es mi imagen libertina un viejo crápula con ganas de desenfreno. Esta imagen de mi particular mitología plástica me permite saber que la frase de marras - no confundas la libertad y el libertinaje - ha triunfado en mi alma y no sé si tendré cura. Porque, ¿a quién se le ocurre imaginar al libertino como viejo encorvado, prostático, asmático y un poco sicótico?.
Dice la
RAE que el libertinaje es un "
desenfreno de palabra y obra". Se entiende la mala hostia del diccionario y su santificación de la repesca de los esclavos liberados. Si los libertos, raíz del libertino, se desenfrenaban en su libertad recuperada (o instituida) no era extraño que el antiguo amo solicitase su " cura" en el hospital de la esclavitud retornada, alma mater de todas la ulteriores cartas de deberes. Pero dado que se habla de desenfreno, ¿no sería mejor colocar en el imaginario libertino a un joven cachas, con mirada picantona y dispuesto a hacer caer en la tentación a cualquier mujer felizmente casada, disponible solo por un fin de semana y sabiendo que nos llevará más lejos que las célebres sombras de grey? ¿Un hombre de mundo al que le sientan de vicio los trajes y los ropajes más informales, la piel rasurada y la barba aventurera, capaz de permanecer callado y melancólico para rodearse rápido de mujeres prestas al abrazo o dominar el liderazgo tanto en el salón comedor como la hora de colocar el culo en pompa? Creo que un gran número de mis congéneres piensan en ese modelo cuando tienen meditaciones en las que aparece el libertino. Así que, amigos, princesa, imaginen el alcance de mi dolencia: mi libertinaje es viejo y medio beodo, muy tierno, sí, pero debería encontrar un ambiente perfecto para probar el sexo cono latex. De suyo no se ve en el papel del nuevo hombre de mundo... Es un libertino casto y tontorrón.
Nota: Imagino a la libertad mujer y al libertino hombre. Vale. Falo-logo-centrismo. Yo me acuso. Pero pueden probarse las esencias de lo aquí descrito para imaginar terapias para todos los sexos, géneros y orientaciones sociosexuales.
Dispuesto a curarme en esta edad que ya comienza ser curiosa y tremenda, iniciaré una colección de meditaciones en las que recoja los muy diversos modos del libertinaje super-casto en el que me coloca el imaginario de mi viejo. La idea es superar el vicio de la libertad responsable, refrenada, adulta, superguay. Un poco de sal a la vida como dicen los amigos de la autoayuda.
Mero divertimento.
Like a fairy tale....