jueves, 9 de enero de 2014

psicopatología de la vida cotidiana


Balthus

 Me susurra la gata desde su tejado palabras de bruja que llegan y no llegan hasta la celda en la que habita el fantasma de lo que ha llegado a ser mi alma.  La gata se lame las manos indiferente al empeño de mis invitados, que afirman con rotundidad que no tienen manos los gatos. Se arregla coqueta la piel  que hace poco yo acariciaba y prepara el discurso que lanzará a su terapeuta:
" Sé que no entenderá lo que quiero decir porque no he dicho nada y porque, como en alguna otra ocasión,  no sé qué quiero decir. Son sensaciones de falta de interés por lo que me rodea, por esa bondad de los " buenos" que me asquea, quizás porque me hagan sentir peor gata. Por las expectativas que se ponen en una cuando  no se  tiene ganas de cumplir con nada"

 Es ella, mi gata, la que va al terapeuta. Lo echamos a suertes y le tocó el bono que ganamos en un sorteo. Pero estoy tan hermanado con ella que repito su mensaje por si hay dudas o certezas: 

la mayor parte del tiempo, yo tampoco sé qué quiero decir, expresando en mi silencio o en mi discurso, una atmósfera emocional de falta de interés por lo que me  rodea, eso de ahí fuera que, parece, tiene expectativas de que yo haga algo  bueno,  cuando no se puede, o no se quiere, o algo que no es ni querer ni poder, hacer nada. Y, sí, desinterés y un poco de repugnancia por la bondad de los buenos en tanto se hace visible y me escupe en la impotencia.

 El terapeuta escuchará a mi gata cuando ella le hable.  Pero se quedará callado porque él tampoco sabe qué quiere decir,  desinteresado como está por esa gata que habla en discursos largos, ajeno a su afán de comunicación que dice no comunicar nada, salvo un asco hacia todo aquel que muestra expectativas cuando no tiene voluntad para  cumplir con nada

2 comentarios:

  1. Creo que constituye, o constituía, un pecado para los creyentes enorgullecerse o mostrar a los cuatro vientos su fe: 'mira qué creyente soy, mira cuánto hago, mira cuánto le agradezco a Dios, mi Dios que me ha dado tanto porque soy tan bueno'. Si no es pecado ni lo fue nunca, debería serlo, en fin.

    La cuestión es que del mismo mal pecan también algunos 'buenos', tan buenos ellos y tú no, y tú por qué no.

    Esa gente... han hecho tanto mal a la fe y a la bondad.

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    Respuestas
    1. Sí, hay algo extraño en la exhibición de la virtud y volamos directamente hacia el pánico cuando de la exhibición se pasa a la exigencia al otro, la anulación disciplinaria del otro - aunque sea con las palabras de la cotidianidad y el todo sonrisas del buen rollo - en la petición de cuentas sobre la virtud. ¿Qué has hecho tú por el bien, por la fe, por la patria, por la revolución?.

      Salud

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