jueves, 4 de abril de 2013

palabra sin dios

 


palabras circundan como pieles rojas mi cabeza 

    Si mis palabras fuesen piedras, podría construir una alta torre circular en cuyo interior acamparía con todos mis cachivaches extranjeros. Desde el fondo de la torre, en el extremo de un pozo que nace en el cielo, sería capaz de contemplar todos los meteoros y el sol, la nieve y el granizo me cubrirían la cabeza para inspirar alguna bonita historia. Si mis palabras fuesen piedras y yo albañil sin ínfulas arquitectónicas, nadie podría entrar en mi torre porque carecería de puertas y  ventanas. Si, por azar,  una ninfa escaladora llegara hasta la cima de mi atalaya invertida, en el fondo solo contemplaría la negrura de lo muy profundo, ecos con su voz y otras ausencias de límites de esas que gustan a los exploradores.

 Si mis palabras fuesen piedras, podría lapidar a los lapidadores, convertirme en el apóstol que viene del desierto dispuesto a amargar la tarde en nombre de la justicia teñida de sangre. Los que sufren saben que es fácil herir las pieles más finas de la comarca y siempre hay cuchillos dispuestos a la carnicería. Son legión y turba los demonios que arrasan campos y esperanzas, dejando a su paso polvo seco en la boca y oraciones lanzadas al viento pidiendo a los vacíos de la miseria la llegada del ángel de la venganza. Mis ojos, irritados por el simún, serían la respuesta a vuestras oraciones si mis palabras fuesen piedras.  Lapidaría las cuchillas oxidadas de los violadores de almas.  Dice la ley que  es preciso, de vez en cuando, recordar con sagradas violencias que hay cambios de destino y que las heridas que infringen serán especularmente multiplicadas por la venganza que viene del desierto, del fondo del océano o de Aquello que las nubes ocultan en el cielo.

 Si mis palabras fuesen piedras....

 No son mis palabras sino golpes de aire tibio. Ni hielo ni fuego ni agua ni huracán ni mineral. Nada más que una brisa invisible y tan delicada que ni nombre merece. Ese pequeño movimiento que hace caer tu pelo sobre la cara sin incitar a la sospecha de que hay alguien a tu lado. Una mota de polvo o una liendre  en la cabellera salvaje del que lapida a la adúltera. Son mis palabras ángel discapacitado, pieza inmóvil del ictus, apopléjica respiración del retrasado al que en la calle apredrean.


 No son mis palabras piedras ni pistolas. Como cuando era un niño, juego a ser el pistolero más rápido del Oeste y desenfundo los revólveres que cuelgan invisibles de mis caderas. Hago justicia en el Saloon liberando de paso a las bailarinas que traen las últimas novedades parisinas. El can-can, la sífilis y la ternura de una mirada al vacío.

6 comentarios:

  1. las palabras deberían ser botones que al estornudar salieran disparadas// la ilustración que traes me recuerda de súbito a los antiguos grabados japoneses sobre la creación, con el anfibio tan transmisor, portador-deportado, dador y dado, creación y palabra// me ha gustado esa negritud/resonante y me he sentido explorador pero no investigador cegado al vestigium/ aquellos que son lapidados por tantas huellas que no pueden vestir/

    abrazos marinos L.

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    1. El "tipo" de la imagen es Jonás y el "bicho" es la ballena que, tras el intento de huida del profeta hacia las esquina opuesta del camino de dios, fue devuelto al punto de partida como en el juego de la oca y forzado a seguir el camino... Las palabras pudieran ser botones, sí, que abrieran las camisas de fuerza de todas las cabezas enloquecidas por el temor a los lapidadores.

      Recibo que placer inaudito el carácter marino de los abrazos.

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  2. Ay, las piedras... Las piedras tienen nervios y hieren, lo mismo que las palabras. Y sanan también, lo mismo que las palabras.
    Lo que sí tengo claro es que tus palabras son grito que no cae en saco roto, oración laica que entiendo en su bisbiseo, cáliz y ofrenda, posicionamiento y búsqueda. El vergel está cerca.
    Un abrazo.

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    1. Sí, Isabel, es oración lo escrito, posicionamiento y búsqueda. Lo que no sé es si el vergel está cerca. Tampoco sé si es tanto el poder de la palabra. Quizás, se mejor poner las pocas esperanzas en el aroma de las especie y en el perfume de vainilla que desprender los cuerpos, la carne y la sangre que bisbisean, ellas sí, en una sucesión de pálpitos.

      Salud

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  3. y yo me alegro de que no sean piedras... demasiado hemos lapidado con palabras, con ideas, a lo largo de la historia...

    más bien, rastrear una genelogía de palabras-caricia, palabras-túnel-hacia-el-otro, palabras sístole que complementen una diástole ajena (mente y corazón, unidos en un único vocablo irreductible)

    palabras-babosa, también: para la lentitud, para el sosiego, para el fuego lento que nos corroe y nos inventa un "alma" y sus grietas en el barro a la intemperie...

    por eso celebro que al final del texto aparezca el niño, porque él no cree en las palabras y se abandona al puro gozo de estar: la estancia, la morada, no corrompida aún por el veneno lento de la Idea

    un abrazo!

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  4. ...y sin embargo, desea a veces la boca escupir minerales para golpear y herir al que mueve con su brazo de bronce el látigo y castiga con palabras y con cosas. Quiere el alma ser cuchillo y sueña con el ángel de la venganza. Por eso, porque sueña en negro, se oculta también en el pozo para ser ajeno al sucederse de los hombres. No todos saben jugar a pistoleros como el niño

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