Escribo el Libro de L. El Libro de L tiene la mayor parte de sus hojas en estado de ausencia - como los descuidos cognoscentes del petit mal - y no por voluntad del satori sino por reflejo de los compuestos químicos y la nicotina. Exagerando, claro, buscando quebrar las cosas para que muestren - al par - reflejos hermosos y dislocaciones dialécticas. Meditación que se amanera de un modo impropio de la virilidad griega, sonrosando las mejillas con cremas llegadas del otro lado, sincera a su manera, majo chico y trabajador, L, interrogador del sentido, el hueco del sentido, la baba como estigma del iluminado cuando el ojo es opaco en su ceguera y no hay sitio para lo profético. Voz ausente, en ausencia. La voz de L no viene del desierto sino de la red masiva, esa superficialidad lineal que se ahueca en simulacro de idea, de profundidad (oh). Qué aburrida es esta revolución de las ondas TIC. L clava sus uñas, si el caso es tener una fe cualquiera, en la rebelión biotecnológica.
L es la última letra antes de la penúltima excentricidad, aroma entre cursi y póstumo. Deslegitimada la lucha armada y la guerra santa, muerto Gadafi en extrañas circunstancias, la única cosa merecedora de atención es el fileteado de la experiencia, la espuma de aquel al que llamaron yo, sea para el caso L mayúscula aún pero muy pronto minusculada. l tan parecida al 1 o al palo I, identidad confusa que mira en el interior de algo como el vagabundo repasa la papelera. Hágase un cigarrillo de colillas y una copa con el fondo de los vasos para celebrar la revuelta. L hecho filetes - filetes que son de espuma, dicen los carniceros - llega a paralizarse. L sigue reflexionando sobre el amor en ese estado de alma en pentagrama tridimensional, cinco cuerdas como de guitarra que no sabe de sus posibilidades.
Disfruté ayer de un hermoso concierto de piano ensalivado. Envidiaba las manos y los cuerpos de los pianistas, su estilo de vida y que ella- Suzanne Ciani - dijera que una de sus piezas exigía la voz de una cantante taiwanesa. El Libro de L precisa también de una voz exótica que me espera en el otro lado del mundo, quizás en las arenas de las arabias. Mientras tanto, creo que no todo está tan mal. Así que no sé si dar gracias a Dios por los dones recibidos o rendir honores a la artillería de la NATO. Las maripositas vuelan en mi alma y sufro - con el espíritu de mi Mario - algunas crisis de ausencia provocadas artificialmente para que la maquinita las detecte. Lo dicho, el Libro de L agradece a la amable artillería la evidencia de su realidad de sangre y polvo en ese mundo de la red inmaculada. Sea.
Tell me you love me
Tell me that you're mine again
Tell me you won't turn away
Turn like the seasons
Turn back to me once again
Circling all the way
Tell me that you're mine again
Tell me you won't turn away
Turn like the seasons
Turn back to me once again
Circling all the way
quod erat demostrandum
L:
ResponderEliminarcreo que el libro de L encontrará su voz-otra, su allende, su alter dislocado, y consumará así su demolición íntima, su teofanía, su bicefalia devenida múltiple, el espasmo, lo interrumpido sin márgenes donde dejar de expresarse. Es decir, el silencio fecundo donde la carcoma urde un nuevo mundo...
difícil reconocer tu bicefalia en el "ensalivado" kitsch de Susanne Ciani, o quizá no: quizá ese contrafuerte sostiene la catedral en la intemperie de una búsqueda, la lentitud quirúrgica de unos dedos artesanos que buscan en los intestinos de bestias remotas: arqueología del augur que siente nostalgia del ante-Logos en pleno Pos-Logos o Anunciación biotecnológica. Del Uno metafísico al Uno biomecánico (escindido en copias sin fin) se habrá diseminado ya una multiplicidad efímera, clones sobre clones, argumentos deshilachados, fachadas a medio hacer, estética del balbuceo, palingenesia de lo uno a lo falso otro.
pero creo que lo que haces, tu libro simultáneamente polifónico y solista, se resiste a todos estos acercamientos, desborda todas estas cautelas. Presiento que su singularidad se acerca a la herida, a tu herida, ésa que sabemos impronunciable y que tardamos toda una vida en amonedar en palabras dictadas por el ojo despiadado, por el espasmo-de-decir, por la renuncia a la ternura, y que en su voluntad elíptica dan cuenta de más de un estremecimiento...
o eso tampoco. Eso tampoco. No hay "eso". No hay "hay". Tan solo una voz, un texto, deviene. Una respiración sin nadie que dicte o pronuncie: hálito o cerco, pulso, vida
un abrazo fuerte
Querido Stalker: moviliza mi alma tu comentario porque, por un lado, siento la posibilidad de una hermenéutica de mis palabras que convierten el libro de L en un texto, inteligible a su pesar (aunque sea su vocación). Tus palabras abonan con palabras mis palabras y ese tejido - tan abstracto en cierto modo, tan otro, tan del "lenguaje" y tan lejano al ego que se "ausenta", se vuelve lo que hay, ese pulso. Desde luego, tus palabras son las arabias que busca la mirada del ciego en el desierto y en la foresta.
ResponderEliminarSiga, pues, el despedazamiento de la bestia y la bella que habitan longitudinalmente y en oblicuo desde lo poético hasta el último detrito.
Habite, pues, el derrumbe y sus contrafuertes quirúrgicos.
Agradecido
L