Chema Madoz
"Reconocí los silencios como señales. Ya habíamos pasado por aquello (...)De forma paradójica, él parecía quererme más cerca. Quizá fuera la intimidad previa al final, como un caballero que compra joyas a su amante antes de decirle que su relación se ha acabado(…)Comenzamos a hacernos más regalos. Bagatelas que encontrábamos en un rincón polvoriento del escaparate de una tienda de empeños. Objetos que nadie más quería. Cruces de pelo trenzado, deslustrados amuletos y haikus de amor escritos en cintas y cuero. Nos dejábamos notas, pastelitos. Cosas. Como si pudiéramos taponar el agujero, reconstruir la pared resquebrajada. Llenar la herida que habíamos abierto para permitir la entrada a otras experiencias"
(Patti Smith: Éramos unos niños)
" Apenas termine de escribir estas líneas, bajaré a la tienda de souvenirs del hotel y le compraré algo, un detalle que la haga sonreír y perdonarme. No soporto pensar en perderla. No soporto pensar en hacerle daño" (...) "El resto es vacío y oscuridad. Llamadas que nadie contesta. Plantas. «Solo en un país devastado», recordé. En una Europa amnésica, sin épica y sin heroísmo" (Roberto Bolaño: El Tercer Reich)
No sabes, te dices, el significado de esto que acaece y ha lugar en la misma sombra de lo que hasta anteayer era expectativa. La cuchara se dobla en tenedor al atravesar la luz el minúsculo espacio que respira el aire. Sorpresa relativa porque algo ya se decía y sospechaba. Pero eso fue en el otro tiempo. Ahora transitas con la vaga certeza de que estabas sobre aviso, que no hay realmente novedad ni sorpresa en ese hueco por el que sigue fluyendo el aire "amnésico, sin épica ni heroísmo", la herida abierta que te advertimos debíais comenzar a cerrar cuando aún eran pertinentes y elegantes los pequeños regalos, las carantoñas de la gramática que solo entienden los que están en la confianza y la intimidad del asunto percibiendo la llegada del ocaso. Se pierde la ocasión o la ocasión no te alcanza o solo te roza en sueños, esos pies fríos en el amanecer. Allí, antes de cruce funesto, pudieron ustedes regalar las mil joyas que envuelven la traición pactada, la ruptura civilizada que puede estirarse en el tiempo como una alfombra mullida en el tránsito hacia las otras experiencias, las vivencias con memoria de lo perdido, orales cánticos de aquellos viejos tiempos heroicos en los que fuisteis, en el extremo de una ilusión, la fuente desbocada que antecede a la intervención del artista. Éramos unos niños, pudo ser la palabra cálida que brotara de tu lengua. La herida no se taponó con regalos ni souvenirs ni haikus. Te quedaste con la palabra en la boca y el tenedor de sombra en la mirada. Se dejó abierta la puerta a la extrañeza como de manera irremediable ocurre con los humanos. Y no era eso, no era eso.
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