jueves, 5 de septiembre de 2013

Miedo III



Izanami e Izanagi

is the spider under the cheese?
(Curso de Inglés)


Me decía que el miedo es instrumento delicadísimo de eso que llamamos "proceso de la vida".  Ya no se usa tanto aquello de la selección natural y me da que hay secreto en este pequeño movimiento, cosa que digo a beneficio de inventario y sin más, aunque sospeche que el concepto de marras es signo de cómo la tontería está ahí fuera, como la verdad en los X- File.

 No. No es que la vida me dé miedo o me disguste hasta el punto de considerar que no es don de esa nada que imaginamos a veces al fondo. Que no. Que no me da miedo el miedo porque lo bebo a sorbitos y nunca he sentido el momento previo al clic de la pistola en la base de mi cráneo. Quizás ahí, en ese jetzt-zeit, now- time, podría dar cuenta notarial de la cosa. Pero son experiencias extremas... No, no te temo en el calor ni el frío de tu presencia. Ni, en el fondo, tampoco al cañón del revólver en la palpitante sien.


 Me planteo que la vida ha visto nacer en su seno al miedo y, especulativamente, imagino que nació algo más tarde que el hambre que nos hace abrir la boca para comerlo todo, dejando que todo nos penetre y sin más aspavientos nos reviente. Yo es que creo que nacimos tubos y que el tubo que nos constituye se mueve por energía de hambre. Quiero imaginar que en el estado primigenio, quizás ahí sí el paraíso, eramos largos tubos con amplias aberturas,  un poco al modo de esas ballenas inmensas que devoran plancton horandando el mar con esas bocazas en las que, dicen, podrían habitar hasta cien personas. Cien personas en la boca ahogan a cualquiera. Y por eso nació el miedo, para limitar el número de cosas que nos metíamos a la boca-tubo. Y es el miedo un extraño instrumento que racionaliza  la pulsión del hambre, nos fuerza  a cerrar boca o, casi mejor, articula la boca para que signe lo extraño que paraliza el movimiento. El miedo, gesticulando en la boca, impidiendo que simplemente la abramos de par en par, ajusta el impulso a la mitología de lo que hay, metiendo al hambre en vereda para que no vaya allí donde habita el peligro que la consumiría.

  Sin embargo, esa racionalización que implica el miedo, ese cierre de algunas sendas porque nos conducen directamente al pantano o al colmillo de la serpiente, nos amenaza con la metamorfosis en momia, envoltorio que nos paraliza. Quietos ante lo extraño, podemos fácilmente pasar a la segunda parte y entrar en la metamorfosis del grupo: podemos ser víctimas mudas y, a la par, crueles verdugos cruelmente callados..

Resumiendo,

 Seguridad a cambio de miedo solapado
 en las solapas

 un abrigo existencialista abre la boca
(más relajado o
colocado
que el grito de Munch)

.

Abrir la boca al hambre
una boca que no besa, 
solo puerta al enclave magnífico
del tubo
.

Articula la boca el miedo
y el hambre duele

nacen signos
se mueven los labios al beso
cantamos con las lenguas

esas cosas
y también el silencio
del verdugo

el verdugo que tan bien ejecuta su oficio

y luego las víctimas paralizadas
pero esas no importan

2 comentarios:

  1. Magnífica la trilogía, con ese cierre poemático que es perfecto (ya se sabe que la poesía incide en el misterio, nombra lo innombrable).
    Muy atinada también esta etiqueta de "Diccionario de la debilidad".
    Un abrazo bien grande.

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  2. Gracias, Isabel. Desenterrar ideas manchadas de tierra, como ajos o cebollas, es tarea que gusta compartir para que no se rompa el espinazo sin compensación. Otro abrazo también grande.

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