viernes, 8 de agosto de 2014

DOS SUEÑOS Y CIERTAS CARAS BONITAS, LÚBRICAS PALABRAS COMPARTIDAS Y LA MIRADA SOBRE UN LIENZO SUAVE DE TRISTEZA


¿Para qué escribimos? ¿Para qué entra uno en un blog para escribir "entradas"?Yo siento que para encontrar hermanos a la distancia y sentirse menos solo, para expandir en altura y profundidad su mundo y para reconocerse en el otro, haciéndolo parte de su constelación (Mariel Manrique a L, agosto de 2009)


I

 Tras noche inquieta, asolada la conciencia de malestares diversos, el que ya casi no escribe se despertó muy pronto aunque aguantó en la cama hasta que tuvo suerte y, no sin esfuerzo, volvió a caer de nuevo en el suave sueño. Anotó al despertar, justo antes del olvido:

He soñado con una antigua alumna que me ha dado un afectuoso abrazo y me ha sonreído con amabilidad ni escrita ni fingida, haciéndome  partícipe de una conversación llena de amistad y buen ánimo. Me ha dicho que va a rodar próximamente una película. He conseguido levantarme feliz al 55 % por la buena noticia. Que conste - ¡honor y gloria a los sueños, las palabras compartidas y las caras bonitas ! - en Quintanilla de las Carretas, a 1 de agosto de 2009”.

Pasado un lustro y algunos días de aquel memorable hecho, él ha vuelto a soñar hoy y en su paisaje onírico aparecía un pequeño molino de agua. Decía el sueño que era necesario llegar a un cierto sitio (otro molino) para agradecer los favores que ha sentido en una semana marcada por la dialéctica del tan cerca y tan lejos. Él agradece que su paisaje se haya expandido en altura y profundidad en estas jornadas de vida,  como ya pronosticó Mariel, aunque refiriéndose a la escritura



II

(Summer, 2009). Estoy en mi ciudad natal. Una ciudad soberbia que solo se llama Ciudad. Mi ciudad es famosa por su pasado fascista y ultracatólico, por sus morcillas neandertales  y por el Cid Campeador. Siempre me han gustado de mi ciudad los largos paseos y los cambios bruscos en lo meteorológico. Supongo que la combinación de ambos rasgos nos hace a todos un poco raros. El sábado 1 de agosto, feliz al 45 %, estuve de compras por el Mercado Norte y puede contemplar lo que los locutores de televisión anunciaban: cambio en las temperaturas y lluvia. El gris fue invadiendo una mañana más o menos despejada. Era un gris duro y gótico, espeso, como de fin germánico del mundo. Me metí en el coche. En Radio Clásica sonaba una cantata de Bach. No había interferencias. Frente a mí, forzado a la quietud mi ojo por un semáforo, un árbol recio era agitado por la lluvia y el viento. El árbol luchaba pero se sabía a merced de sus enemigos. Bach subrayaba el combate y la derrota, la gloria de mi mirada que podía contarlo y cierto heroísmo sin norte del árbol. Me sentí bien. Feliz, en un instante, al 85%. Faltaba alguien a quien contar el éxtasis sin que se riera de mis tonterías. Se lo intenté comentar a mi ángel de la guardia, pero no estaba. Ahora, cuatro días después, os lo cuento a vosotros.

A mayor gloria de la mirada

(Summer, 2014) Asomado a un puente sobre el río,  recibo una lección gratuita de contemplación del lecho. El que ya no escribe, al despertar, encuentra tatuadas en su pecho unas palabras. Cosas que no debes olvidar: Baldosas hidráulicas en un suelo; mil conversaciones y solo una risa estridente; el olor de la práctica del sexo; dos almas; los pequeños recuerdos escolares; la Luna creciendo en un atardecer que mostraba aviones iluminados por el sol; el saludo ritual al espejo de un baño; M. y Ch. aceptando la invitación en un bar... Todo escrito con una bonita letra y ocupando casi todo el espacio que va del cuello al vientre.

III

(Summer, 2009) Regalo un paseo a mi tristeza. No en vano cumple años como yo. Es el día dos de agosto. Salimos del coche cansados. Ella me pide retornar a la caverna así que procuro que el cuerpo, con su fuerza animal, la arrastre si es preciso por el bello parque. Veo agua pulverizada iluminada por el Sol. “Tonto, me dice ella, no vas a conseguir convencerme con tan poca cosa. ¡He visto ya tantas fuentes!”. Hojeo un libro sobre Norman Rockwel en la librería y decido regalármelo. Mi tristeza lo mira y sonríe. “Menos mal que no has comprado nada de los expresionista alemanes”. Vemos a los niños y a los policías de Rockwel, las portadas navideñas. Todo nos gusta.  Nos dirigimos a nuestra cafetería habitual. Me gusta el jazz que suena suave. A ella también le sienta bien esa música cuando está tranquila. La máquina de café nos desea un buen día ( have a good day). Leo el artículo en Público de Luna Miguel. Sonrío. Ella, la tristeza, me arropa con su suave lienzo y me acaricia el pelo. Nunca llegaremos a nada pero es bonito sentirse querido por alguien que siempre va a tu lado. Pero procuren no imaginársela cuando se pliega sobre sí misma y se enfada.  Su sola imagen hace daño. Dedico el texto a mayor gloria de la tristeza cuando es un lienzo suave que me cubre el alma.

(Summer, 2014). En mi tumba podría figurar el siguiente lema: Hizo demasiado caso a su tristeza. Sé dónde habita el exorcismo para vencer provisionalmente a la dama del lienzo suave cuando se enrosca sobre sí y se torna terrible. Siempre existieron llaves. Hace un lustro y ahora mismo. Ella, portadora de llaves,  ha dicho que es error sacrificar los placeres en el altar de la pérdida del tiempo y otras pequeñas responsabilidades como limpiar el polvo de la casa o los cristales. Y se prepara para dar cuenta de todos ellos. Lee un libro de recetas  de "haute cuisine" pero no se olvida de la olla express. Y se ríe de mí porque hablo con esmero no simulado de la limpieza de un gran calamar de colores psicodélicos. Ni una ocasión perdida para hacer temblar el cuerpo, apunta de nuevo. 

Mañana será el día que sigue al viernes. Si no fuera tan viejo y la tristeza no me mirara, dedicaría las próximas jornadas a los huevos con torreznos y al onanismo. 
Provisionalmente.
Mientras doy las gracias y me preparo para cruzar un desierto como Ángel Valente.

                                                                                           Burgos, Agosto 2009- Agosto 2014

2 comentarios:

  1. Me gustan mucho tus diarios. Eso me recuerda cuánto necesitamos que nos amen, y cuánto necesitamos amar(nos).

    Un beso

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