miércoles, 11 de septiembre de 2013

nanoaniversarios





 De veras que escribo ahora porque me he dado cuenta de que no me apetece hacer otra cosa. A partir de aquí no esperen sinceridad por mi parte. Me dejo llevar por los dioses del lugar que no hacen ascos a mi desidia ni a mi alma farfullera.

 Escribo como máscara de mis simplonas ganas de poner una foto de la agente Dana Scully.  Escribo porque en este momento podríamos celebrar el nanoaniversario de cualquier chorrada, incluidos los besos torpes de los adolescentes que ayer se sintieron primeros.

Escribo ahora porque disimulo la triste distancia que enturbia las aguas del  pez en el que esta mañana me he convertido, sujeto por la aleta dorsal a la exigencia de permanecer en atmósfera acuosa  aunque tenga las jodidas branquias atacadas de asma, convulsas en rojo, palpitantes como un corazón enamorado cuando le da por palpitar y no quedarse colgado en la sístole.

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 He leído que hace veinte años se estrenó la serie Expediente -X en los Estados Unidos. De ahí el Nanoaniversario Dana Scully. Hace veinte años, en sueños de pater familias,  emigraba a Vancouver con Dana y Fox Mulder. Me gustaba - y lo que fue será y es - esa belleza contenida en los fríos bosques canadienses, la tensión amorosa que mantenía larga la relación  de los dos agentes del FBI, tan a lo suyo, tan raros y tan a punto de ser como los demás. Nanoaniversario del poco a poco ir fructificando una amistad a pesar de las peculiaridades un poco maniáticas de los protagonistas, encorsetadas en sus trajes de seriedad y responsabilidad ética. Ese sexo sin sexo tan en línea transmoderna de los X-File. En fin. Cosas mías que celebro en este nanoaniversario de una secuencia entrecortada de besos surgida en un momento n-1.

 Puestos a nanocelebrar, hace veinticinco años comencé a trabajar en lo que ahora mismo trabajo, efecto esta suerte (!) de mi exposición ante un público que no puedo calificar de idiota, me faltó intimidad,  del tema "el problema de la matematización de lo real". No me digan que  no es extraña la concatenación del asunto abordado en aquella mi más fructífera charla con un trabajo en el que más o menos puedo aguantar la sodomía implícita a todo trabajo. Supongo que fue un acierto y , hace veinticinco años,  por aquellos lares habitaba sin saber que hoy lo iba a nanocelebrar.

 Hace veinticinco años consideraba que la experiencia como fundamento de la escritura era estupidez suprema.  Escuché o leí que un fulano había dicho algo así: "somos escritores. Nos pagan por tener experiencias. Ellas son la base de nuestro trabajo". Me reventaba las tripas de risa. Era la escritura juego formal  y, si me apuran, imaginativo con matices racionales. Supongo que David Hilbert y su formalismo daban  razón a algunas de mis taras y, quizás la mayor, la ausencia de grandes experiencias. Dado que nunca fui guerrero, ni seductor, ni místico anacoreta, ni explorador Scott, ¿a qué pretender asentar la escritura en la experiencia? ¿Debía drogarme y lanzarme a follar como loco para luego contar algo? ¿Debía acudir al Afganistán que luchaba con los soviéticos?. No me sean Hemingway´s.  La escritura básicamente consistía en dejarse atrapar por las resonancias y las velocidades inerciales de las palabras mientras eran sometidas a un proceso más o menos hábil de centrifugado. Eso pensaba y creía que estaba en lo cierto. Ahora no pienso que esté en lo cierto ni que me equivoque. Pero mi estilo de escritura sigue lastrado por ese canon formalista. Por eso la inteligibilidad no es asunto primario. Al fin y al cabo siempre puede aparecer alguien para el que una combinación de signos diga algo.


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... nanocelebro estas cosas y aquellas que celebrar está prohibido por la que dicen prudencia.

... y, no me olvido, quizás celebro y escribo porque no me apetece hacer nada y la cocina ya está recogida.

.... más o menos las cosas son así: espacios en blanco, puntos y comas que templan el acero  de las palabras para convertirlas en barro humano demasiado humano.

Y feliz nanoaniversario, princesa !!!

3 comentarios:

  1. Me encanta este espíritu festivo que "nanocelebra" lo que le viene en gana y como le da la gana.
    El inicio de la entrada es para quitarse el sombrero, porque de eso se trata precisamente: de escribir porque sí, porque sale, sin cuestionamientos ni juicios. Escribir como se respira.
    Besos, querido Luis.

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  2. Gracias Isabel y, desde luego, feliz nanoaniversario de lo que sea que hoy te incita a la escritura....

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