sábado, 29 de octubre de 2016

sobre el pensar: solo recogida


 Pensar. Quizás antes – no sé si en la época de Descartes, Hegel o Heidegger – el creador del pensar   pretendía ser la Voz. Épico más que lírico, sin vergüenza, ser  la Voz de una generación,  de la verdad y la realidad, la Voz de Dios y de la novela que dice el siglo o de  una filosofía que grita la nueva era.... Qué grandioso es esto. Yo, que estoy aquí aunque no me veas,  me identifico con "una voz"  en los días de entusiasmo. Eso sí: soy una voz entre millones de voces, voz  que, en las jornadas de plomo y lluvia que siguen al ascenso,  se torna pasadizo de las más turbias corrientes de la pena y la insania. Y así desparezco y me doy por muerto.

    En la cima del optimismo, soy  una entre tantas (¿por qué iba a ser mejor?). Descubrí no hace mucho que   “todo el mundo tiene una mente” - y me lo digo constante no vaya a ser que me crea que los otros son solo sombreados perceptivos más o menos guapos. Es mi mantra recordar que todos  están ahí con sus cosas. No soy capaz de intuir lo que hay detrás de los ojos que miran y, por eso, confío en el revés de las palabras que dicen. Todos tienen una mente distinta y distante.  Guirigay de pajarería. Los jilgueros ahora en mi balcón, esclavos que cantan.  Así las voces y mi voz se siente igual: seguro que no es ni  mía. 

 "... estamos seguros de que los pensamientos y sentimientos de A no son suyos " (Erich Fromm)

Pienso con mi voz a pesar de todo. Tampoco eso lo elijo. Y pienso que quiero ser red fina de caza, red atrapa guirigay: que se queden pegadas a la liga  las voces fragmentadas e incompletas que por ahí van. La voz nada original que me apela a ser así quiere describir, en el modo de la artesanía,  el común del pensar: la filosofía popular, la psicología popular, la física popular, la religión popular, la política popular.... (ahora que no hay pueblo, apelo a todos).  Artesano, sí, y solo eso.....  porque en otros lados hay ya algoritmos que nos pueden describir mejor que nosotros mismos, como profetiza Zizez en un artículo que hoy publica en Babelia:

“Lo que cierne sobre el horizonte de las ciencias del cerebro es la posibilidad real d euna máquina externa que nos conozca mucho mejor —biológica y psicológicamente— de lo que nos conocemos nosotros mismos: al registrar lo que comemos, compramos, leemos, vemos y escuchamos, nuestros estados de ánimo, miedos y satisfacciones, obtendrá una imagen de nosotros mucho más exacta que la de nuestro yo consciente, que, como sabemos, ni siquiera existe como entidad consolidada. Nuestro yo está formado por relatos que, de forma retroactiva, intentan imponer cierta coherencia en el caos de nuestras experiencias, para lo que borran las vivencias y los recuerdos que los alteran. En cambio, la máquina grabará las discordancias y quizá incluso podrá abordarlas de manera mucho más racional que nuestro yo consciente”.


Y yo camino por las calles con mi sombra – ese eterno y solo y solo y solo camino hacia algún lado como un cualquiera – pensando en qué es eso a lo que debiera dedicarme como hombre sin vocación que busca la llamada. Qué hacer sino anotar el pensar y tratar de subrayar con un viejo lápiz algún signo. En una época en la que todo el mundo escribe una canción original al menos en su vida, quizás mi voz debiera ser más micrófono que bafle. Todo el mundo tiene una mente y en la mente de cada uno seguro que se repiten menos de mil ideas, menos de mil sonidos que se ganan y se pierden para pasado mañana en los ecos de los cafés y las plazas.

 Mil palabras no es tanto y el optimismo me lleva a suponer que habrá al menos mil ideas que se repiten en el eco de las cabezas que van por ahí con y sin sombrero. Antes de que se hundan en el vacío de la extinción captaré cien ideas. Cuando aún son .

 Sin voz colecciono imágenes e ideas. Ideas que quizás construyen marcos, perspectivas, plataformas de emplazamiento, llamadas a la acción, poemas e hipótesis.


Foto: http://www.ecuavisa.com/articulo/noticias/actualidad/33433-ninos-trabajan-en-la-basura

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