miércoles, 16 de mayo de 2012

Cuentos Teológicos (007). Regreso

Chagall: Retorno del hijo pródigo(1976)

"Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado" (Evangelio de Lucas, 15)
No sé dónde está esa casa que me prometieron y prometí, la capilla que nos cobija a cualquier hora de la noche y crea ese espacio en torno al fuego que siempre está a la espera de nuestra presencia e incita a la caricia, el susurro, el descanso o la conversación.

Está lejos, a la vuelta del exilio y después de la cárcel. Y se despierta en ella como quien rompe un sueño y justo antes de entrar en otro.

He de perderme primero, abandonar mi triste condición de primogénito obediente, capón que mira de soslayo y está siempre a la mano para lo que sus majestades quieran. Debo abandonar lo que ya es ruina de puro aburrimiento y desgarro, la propia neurosis y la tristeza que aparece largo tiempo avisando como sombra de condena. Entrar en el laberinto sin pensar en la salida, con la esperanza de no estar atado nunca más a ninguna esperanza. Recorrer las calles y llegar desorientado a la plaza nueva. Ser allí asaltado por pieles rojas que me fuerzan al casamiento con la más arisca de sus mujeres, el amor de mi vida, lo mismo, la misma, el retorno a la casa que nos cobija a cualquier hora de la noche.

Tal vez así, retornando al lugar familiar después de la pérdida, encuentre en una esquina al hijo, el que se fue convertido en el monstruoso insecto de Kafka. El que añoro mientras siento en la piel sus zarpazos y los esputos que arrojó a mi rostro

Mandaré todo a la mierda y sacrificaré el novillo cebado.
Contaré al mundo que es inútil mi muerte porque más pronto que tarde encontraré el final del laberinto.


Sol, 12 de mayo de 2012


El hijo pródigo ocupa las calles y habla de su necesidad de laberinto y libertad.
El viejo y sus sentidos sinsentidos se abre en las plazas del hijo airado.
Necesidad de recibir y ser recibido.
Exigencia de alternar en la plaza pública que se convierte en la casa que 
nos espera con la luz encendida toda la noche.


Sea la dignificación del náufrago

1 comentario:

  1. Oye me gusta mucho la imagen de fondo, y me parece muy interesante lo de la tortuga bicéfala. Y por supuesto el texto =)
    Gracias por seguirme =)

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