domingo, 10 de junio de 2012

Prédica nihilista (a mi pesar)


Garnerín se arroja en paracaídas desde un globo en 1797


En la navegación aerostática, ausentes los ejes determinantes del arriba y del abajo, arrojar lastre por la popa puede ser el camino más directo para chocar violentamente contra algún suelo.




Comentario: En el trascurso de la vida, hermano, te enfrentarás en ocasiones con la enojosa tarea de realizar una mudanza o considerarás deseable un corte radical con tus costumbres, ideas y emociones. En esos momentos se hace más necesaria que nunca la entrega a un cartógrafo o piloto que te marque lo correcto y lo incorrecto, el este y el oeste de tus emociones, el arriba y el abajo de tus deseos. Sin esa rosa de los vientos, en las bifurcaciones del destino que exigen acción precisa y, a ser posible, quirúrgica, sabes que delimitar qué es lastre en tu vida es tarea imposible.


Es humano destino contemplar la quema de las últimas cartografías personales. No hay cura ni terapia que tome en serio sus planos de huesos y conchas. No hay pilotos ni héroes imprudentes. Quedan, última esperanza, dioses desconocidos (o el dios de siempre se ha tornado el gran desconocido y como si fuese otro, el inexistente, el yo no soy nada que hace burla y gana al yo soy el que soy bíblico).

Debes olvidar tú solito, sin la ayuda de otros, engañando a la memoria y forzando el subrayado por tus propios medios. Olvidar según qué cosaspuede conducirnos a mantener la herida infectada. Cortar por lo sano con una situación para intentar sobrevivir y elevar de nuevo el vuelo y la dignidad, puede llevarte a acabar, finalmente, en violento choque contra el suelo. El suelo que te atrae está arriba y abajo (ni salva el este ni el oeste).

Porque el cielo tiene su techo que, bocabajo, lo mismo es que el suelo. Y, en ausencia de cartografía, lo mismo es el subir que el bajar porque en los extremos habita el hostión.

Pero el gran batacazo puede evitarse, dices. Es tarea del navegante saber qué toca: tirar lastre o reducir la temperatura del aerostato,  evitar el suelo o  el techo, elevarse y  descender. Subir y bajar  con los ojos puestos en lo más cercano para olvidarse del ascenso o descenso. Evitar todo en la anorexia completa. Para el nihilista cobarde que eres, lo mejor es no moverse de la media voz y de la atmósfera en calma. Sueños de opio.

Así que, amigo, muestras indiferencia en todos tus actos sabiendo que nunca predecirás con acierto. Elige si serás minimalista o barroquizante en tu topetazo. Llama a tus tropiezos y caídas topetazos. Rebota y sonríe.

Garnerín, para intentar subir más alto, tira el lastre más preciado: se arroja a a sí mismo del globo para elevarse mejor allí donde puede hacerse, sea, en el descenso libre. Es hermoso que, en la caída, el para-caídas lo primero que consigue es elevarte, engañarte amoroso con la ascensión para , más tarde, poco a poco, como un diletante del ser, reconocer que la caída es inevitable. Tocar suelo con un beso.

4 comentarios:

  1. La bíblica y postulatoria creencia de que el cielo era una coraza, superficie sólida, firmamento, sumada a la templanza de Garnerín me hace pensar en lo complicado que resulta comprender la situación, histórica, física, elemental de nuestro tiempo. Tan sólo tenemos un paralaje para apreciar el tamaño de las cosas, dos ojos instalados en una especie de obsesión contemporánea por aferrarse a uno mismo. Unos ojos con dientes afilados. (Ni salva el este ni el oeste). Al Garnerín ciego hasta los labios del encuentro, desaprender el cielo, desandar lo aprehendido, prisionero de la gravedad, su sola voluntad, actos-lastre, indispensable demorarse en la caída libre.
    Un fuerte abrazo Luís.

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  2. Avísame si consigues un método para evitar los batacazos, porque esté donde esté del vuelo, soy experta en pegármelos.

    En cuanto al lastre sobrante, difícil dilucidar cuál es, llevas toda la razón, y el peso nos hace plomizos y nos condena.

    Aggg, cruda realidad, siempre cayendo en picado los humanos.

    Un abrazo.

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  3. Querido Rider: indispensable demorarse, indispensable desandar... sí, pero el globo cae (o asciende) y el temor habita e incita a aferrarse con esos ojos dentados tan brutalmente hermosos. Me gustan esos ojos aunque sospecho que son parte del problema (y, tal vez, de la solución). Si somos pilotos de esa obsesión contemporánea que ignora la rosa de los vientos (sustituida por las convulsiones del mercado), debemos elegir el lastre que saldrá de la nave u ordenar que el aire del globo se enfríe para evitar una mayor ascensión

    Salud

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  4. Amiga Isabel: los batacazos se me presentan de dos modos básicos. Por un lado, los inesperados. Por otro, los que uno ve llegar en cámara lenta o rápida. Estos últimos son los jodidos porque te hacen sentir tonto además de apaleado.

    Veo en el batacazo lo feo de la cara partida, rostro manchado con sangre de decepción e ilusiones fragmentadas como lágrimas de cristal tintadas de óxido y heces. También es digno de mención la rapidez(relativa) que lleva al ojo a rehabilitarse y volverse, de nuevo, ese gilipollas que busca colorines y fantasmagoría.

    Garnerín lanzándose en paracaídas es ejemplo para evitar el batacazo. Uno cae con su sombrilla - a lo Mary Poppins -, pero no en el modo de la pesada copa de cristal delicado que se hace añicos sino que suave y, en el descenso, gracias al artilugio de Garnerín, somos dignos y lentos,pompa y ceremonia, besando el suelo que pudo destrozarnos. Caemos, sí, pero no me digas que no es elegante. Este tirarse con paracaídas, implica traición al proyecto-globo, al enamoramiento o al entusiasmo. Pero evita, creo, el batacazo más salvaje. El método es abandonar el globo en su ingobernanza. Ser un cabrón de cuatro suelas con uno mismo. Y mientras, el globo de nuestra fantasía, el nido de la decepción, asciende liberado de nuestro peso, hasta convertirse en estrella o, mejor, ser devorado por las presiones atmosféricas

    Abrazos

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