domingo, 30 de octubre de 2016

Y mi reino no tendrá fin


                                                     Nacen estas letras en agosto de 2009 .  Brotaron  distintas y ahora las recupero tergiversadas. Como el asunto solo a mi afecta, la falsedad queda convertida en deuda ajena. Amén Jesús





Cambiamos cromos y somos como niños que cambian cromos. Concretamente de la colección “Vida y Color”. Hay una desproporción que recoge la cámara - la película ya ha sido filmada -  en un movimiento atrevido: tú tienes un taco de estampitas bien alto y yo, casi pegadas a mi mugrientas manos, solo dos piezas. Soy tan pobre que no tengo ni repeticiones. Mis dos cromos son todo lo que poseo. Mi cuerpo y mi alma. Dos cromos hay y uno de ellos es el más común del universo de los repetidos.  El otro, ay, es la rareza … es la pieza final, el alma del mundo que para sí quiso comprar el Diablo. ¿No te dije que había desproporción? Gana el que solo dos tiene y aún así le sobra uno. Gano yo y de nada sirve que tu taco de cromos se eleve más allá de los montes Himalayas o las torres de Trump. Yo soy la rareza de tus sueños hastiados. La raíz multiforme del deseo. 


    “Qué se nos ofrece y qué pedimos” es ahora  el juego. Se nos daría mucho más de lo que parece y parece mucho. Como si me ha tocado la lotería  parece. Eso  o se me  ha presentado el genio de la lámpara. Es la ficción que por una vez deja huellas en la tierra, huellas como de gigante. Es el domingo de la gloria, la jornada del tiempo del ahora. 

Rápido pensamos en la pregunta y en la respuesta. Pienso veloz y poderoso como un dios.
Qué quiero. Siempre esa pregunta. Esa es la pregunta y en ella puede estar la tortura incesante, el devaneo de la existencia humana. El deseo (el ser es ahora subalterno). Qué deseas realmente ahora que no es ficción el deseo. 

 Dictamino:

            Me gustaría que alguien me ofreciera lo que traduce en día de fiesta estas palabras:

“ Si me entregas tu tesoro, oh amigo, si en mí confías, recogería yo de tu labio una última gota de agua dulce y, con sumo cuidado para que no perdiera perfume, la dejaría caer sobre las páginas de un viejo atlas. Dibujaría la gota al estallar sobre la página impresa una flor azul, marcando con límites livianos una novísima región que se convertiría en reino nominado por nosotros y solo a nosotros accesible. Ampliada la zona en escala y extendida sobre la mesa toda la cartografía disponible, tocaría esperar un poco. Yo te seguiría día y noche hasta que alguna lágrima forzara tus ojos, da igual si por herida o por odio o por risa. Y con un tubo de cristal purísimo tomaría esa lágrima y, desde gran altura, volvería a desplomarse agua ahora salada sobre ese nuevo reino extendido.  Quedaría nombrada en el acto una ciudad , la ciudad que el destino ha elegido para encontrarnos. Yo te pediría el viaje a los límites de la flor azul  que siempre has deseado, porque ya en ese momento la vida anterior no es nada. Te pediría un viaje, salir de la ciudad que te he regalado.  Como quien pide un baile así escribiría mi deseo. El baile.  Pasearíamos por las calles de la ciudad elegida para salir de ella, contemplando con tus ojos el brillo de las plazas y los estanques en la despedida. Y pisando con tus pies esas callejuelas y avenidas, oliendo el perfume de los árboles cuyo nombre ignoras y yo bautizo, quizás la tarde en la que la caravana estuviera ya esperando para salir fuera me atreviera a besarte y tú, caprichoso, me dirías que esa noche podría arroparte o frotar tus pies con colonia o buscar en los bosques de ese reino dulces recién nacidos”.

Eso pido por mi rareza. No es suerte que deba derrochar. Dame  tú esas palabras o yo buscaré a otro ahora que ya sé lo que quiero. Quede dicho ". 




Oh, qué ingenuo suponer que dejarían soñar antes del robo a la mano mugrienta que casi lleva pegado ese cromo a la piel. 



3 comentarios:

  1. Oye, me gusta que hayas recurrido a Frans Masereel para la nueva cabecera. De los mejores y más intencionados xilógrafos, para mi gusto.

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  2. ¿Son nuestras experiencias de vida, de gustos, de relaciones, de aprendizajes, de ensoñaciones un intercambio de cromos de una colección que no acabamos de terminar jamás? Hasta que...

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  3. Sí, Masereel es interesante incorporación al sentido de estas letras. Y sí, la vida es un intercambio de cromos con otros y con uno mismo, intercambio desigual porque todo el mundo tiene al menos un par de cromos (aunque algunos tienen mil) y no todos los cromos son igual de valiosos (el azar del existir hace que nos falte uno u otro para acabar la colección). Un abrazo

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