lunes, 23 de mayo de 2011

De la batalla de la intimidad y los saberes



René Magritte: Los amantes (1928)

 La intimidad. Lo más interior, la patria y sus enemigos: los otros fronterizos que  habitan como fantasmas en las letras de los himnos ( Qu'un sang impur /Abreuve nos sillons!) creando el escenario de una lucha que nos nombra y cifra. La gramática de lo más interior llena  hasta la raya el hueco del pasmo, la indignación, la crisis espiritual y  la herida del amigo decepcionado, la violencia y la tentación de la cremallera que todo lo abre en el modo de lo fácil. La dialéctica y sus tributos,  la triste violencia del beso entre amantes y parientes. La intimidad que es el exterior desvelado entre los pliegues de las sábanas o el número de teléfono del amante trascrito en la piel de la amada esposa que ahora besa el hombre despechado. O el olor del otro en cada una de sus palabras. El sonrojo de mis mejillas es su excitación. La huella sonora de papá en el regazo materno nos enseña la primera lengua, la más extranjera a la otra patria, esa  que renuncia a los himnos para que el otro no tinte con su flujo mi espalda en la huida. La otra patria más allá de la gramática y el juego de las decepciones. La patria de la tortuga que busca su destino. La intimidad que no admite saberes.

el rencor como componente ya inseparable en la alquimia de la ternura y del amor (21.05.11)

 La  intimidad. Lo más interior. Ahora sí en ejercicio ascético iremos hasta el fondo. La frontera de la patria en la lejanía, huyendo en la noche de ella. El amante no quiere saber que su amada ha tenido otros momentos en los que se entregó a la sonrisa o el éxtasis  e imagina que siempre-siempre han sido suyas las siluetas en la sábana. Copia cuidadosamente el perfil de las huellas y abandona el lecho  en el amanecer del tercer día después de su abandono (me cansé de ti, dijo). Ahora sí: un límite desenfocado me separa de ti envuelta la frontera  en una niebla  de indefinición, tierra de nadie arrasada por la falta de actividad humana (una parte de mi está en barbecho). Tierra de nadie  no por resistencia y combate con el otro (ese con el que disputamos una colina o el margen del río) y que por efecto del fuego cruzado se convierte en espacio de controversia y asamblea libertaria de las balas . No, no, no hay combate ni conversación. Ya es tarde, aún no ha amanecido.  No, la niebla que me separa de la imposición de un límite -  la distancia -  se construye por abandono e indefensión.  Rechazo hablar de mis fronteras y opto por desertar de los puestos de vigía; dejo el cuidado de los muros a la tierra deshabitada.

supongo que la tierra -mi tierra decía antes - a mis espaldas queda seca y extraña, abandonada  a toda presencia, mineralizada por efecto de mis pasos de tortuga que escapa. Sin embargo, traicionado el solar de los que me precedieron (yo mismo tal y como era hasta ayer), pierdo la capacidad de la certeza y todo se torna mágico o fantasma onírico. Quizás otros ocupan el espacio sin guardián nada más que se enfrían allí las huellas de mis pasos. Malvendo la heredad. Corro hacia lo más interior con la vista puesta en el frente oculto de la batalla (el que se ubica en lo más interior y que, idiota, estimo lugar de la madre de todas las batallas). Por mucho que me interne en el bosque puede suceder que, al volver la cabeza, estén allí, a un palmo de mis labios enseñando las nuevas reglas, esperando el beso o la lucha o el marcaje de colmillos, la salvajada o  ese su sucedáneo al que llamamos conversación. Siempre el otro como carga, como obsesión o neura.
Yo no sé lo que ocurre a mi espalda. Yo me voy, me corro hacia lo más interior, indefenso, indefinido, como las antiguas estrellas pero a la inversa
Cocino lo más propio en su salsa, en su sabor engañoso, en su saber que cuanto más huye del himno más se despierta clarín del más mamporrero de los miembros del clan..
La intimidad.  Lo más interior: lo más. Lo in.  La intimidad que in-define al in-dividuo.... Llego al fondo del bosque y estoy solo (cierro los ojos, aprieto los dientes, no giro la cabeza, tapono los oídos como Ulises, convierto mi lengua en llaga para que no deguste el agua e inflamo mi piel con la picadura de mil escorpiones. Garantías de la soledad).  ¡¡Pero  intimidad también apunta en su uso al grupo definido por el calor y lo pegajoso!! Se habla en la intimidad el idioma proscrito o se practica la religión perseguida. La intimidad es el hueco que deja la amada la cama, el silencio de la familia en el hogar, el eco del tambor hablando de la tribu en la noche. En lo íntimo encontramos el lenguaje del clan y cuando creíamos recluirnos  sentimos la exposición, somos el cuerpo abierto en el sesgo de un cuadro de Bacon.  El lenguaje del yo. Sólo yo o yo solito. Yo o yo y, en medio de la cosa, en la disyunción, aparece  la tribu, la amada, los íntimos....

-¡Ah, Tú eres mi tribu ! - le dice a ella - Tú eres mi hogar y renuncio con ello a mi apellido.
Y ella brota como semilla o como hueco en el punto equidistante de todo.  Con vocación heliocéntrica.

Pero huyo y me busco. 
 imposible.
nunca se traiciona a la patria
siempre permanece la eternidad del himno

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