domingo, 11 de marzo de 2012

EQUIPO DE PROTECCIÓN INDIVIDUAL (EPI y 06). De sombra y ciudadela


Lara (Burgos)


Hay algo desagradable en la expresión dominar el paisaje.

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No es tristeza - o sus sucedáneos indigestos - lo que anuncia la percepción de la tribu subiendo a lo alto del cerro para proteger vida y hacienda de los otros que acechan. Es desagrado, hostilidad contenida por impotencia o aburrimiento, al sentirse preso de sí en la ciudadela, rodeados de puentes rotos y embotados en una fortaleza que anuncia su ruina. Desagrado y vergüenza por abandonar la sombra del árbol a la suerte de los romanos o los sarracenos.

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Pierre Hadot alude a la imagen de la ciudadela en su introducción al pensamiento de Marco Aurelio (La citadelle intérieure). Dice el manual estoico que debemos despreocuparnos de todo aquello que no podemos dominar - el ruido y la furia de los enemigos de nuestra paz interior que desean adueñarse del alma - para centrarnos en el control de las emociones, esas que, al parecer, sí son siervas nuestras, tarea en la que la escritura juega su papel y su función, ejercicio espiritual de resistencia, máscara de monje o sabio, mercenaria de oficio en la voladura de los puentes con ficciones-explosivas.

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Hay algo desagradable en el estoicismo, la escritura y esa costumbre de subir a lo alto del cerro para, abandonada la sombra del árbol, dominar el paisaje que recorren romanos y bárbaros, sarracenos y neoliberales, la vida y la muerte.

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No dominamos el paisaje y, pretenderlo, no es triste sino desagradable. No hay equipos de protección individual ni ciudadelas de la intimidad. No hay terapia que tranquilice el ruido y la furia. Desertamos - y balbucea justificaciones el ventrílocuo que nos domina. Subimos al cerro y queda abajo la hermosa sombra del árbol.


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Escribir para esto, para dejar el llano y construir una ciudadela, es tan idiota como creer que dominamos el paisaje porque, sudados, alcancemos la cima y, desde allí, creamos que lo vemos todo.


3 comentarios:

  1. ¿Dominar las emociones? Imposible. Es como intentar manejar una manada de caballos salvajes.
    En cuanto a la escritura, no creo que sirva para dominar paisaje alguno o poner orden en algo. No tiene explicación su pulsión irremediable: se siente o no se siente. Si algo apaña, pues mira que bien, pero no es su cometido, que su fin es ella misma y el lenguaje y -por trabajar con el lenguaje- incide en el pensamiento.
    Abrazos.

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  2. Es tan desagradable como vano. El perfume de las lejanías siembra la turbación de aquel que esfuerza la mirada y… quedan tantas cosas por recolectar que se nos escapa la sombra. La concreción habitable. La magnitud de la fantasía. Estiro la mano para abrazar la sombra, y la sombra del árbol que me apellida y vale de trapecio. La espora o lenguaje llega a la lejanía sin aviso alguno, tu sombra se burla de la tecnología y posee el encanto extraño de la fantasía. Las raíces semejantes en tantas tierras ignotas que nos nombran, que nombran lo mismo. Dominar el paisaje es desagradable. Dominar las emociones es difícil, inevitable si deseo enfrentarme a mi identidad, consumarme. Me abandono a la red de sombra de tu árbol. Mirando las nubes que pienso, que tal vez pensemos.

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  3. Isabel: si la escritura no tiene más fin que ella misma, se muestra su carácter de ciudadela, de castro o fortín. Es pulsión, la de escritura, pero también producto, artefacto y no en vano decimos que "dejamos las cosas por escrito" para protegernos de futuros desmentidos, alteraciones emocionales de lo que era, al parecer, algo para toda la vida. Ni que decir tiene que la voluntad de protección de lo dejado por escrito es vanidad. La escritura muestra esa desagradable tendencia de dominar el paisaje y, por eso, deja en el valle siempre la sombra, quizás la valía o la vida misma.

    CC Rider: la sombra se burla, en su debilidad, de la tecnología de la escritura. Pero la burla no nace de la sombra - indiferente a nuestros avatares - sino de la impotencia, de ese asco de lo desagradable que aparece cada vez que intentamos dominar el paisaje. Al final pasan los sarracenos y los romanos o nos cercan y nos matan de hambre al modo Numancia.La escritura se agota y en su último aliento, cuando ya es letra vieja y papel de notaría, documento, extrañeza, aparece la sombra de los árboles que dejamos abandonada.

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