Señor:
nunca quise ser maquinista ni locomotora que arrastrara en su estela las vidas de otros. Ser vagón con compartimentos privados y frecuentes encuentros en los pasillos (cordiales conversaciones mientras se fuma un cigarrillo) era mi vocación y mi ruego. Sin embargo, tuviste a bien convertirme en máquina de vapor en los tiempos de la cibernética y acepté, como siempre, tu dictado. Tú eras jefe de estación y mano fuerte en el timón que mueve todos los trayectos. Asumí el cargo y di de sí lo poco o mucho que pude, sin olvidar que mi deseo último era dejarme arrastrar, ver proyectarse en la ventana los atardeceres nunca esperados y despertar, cada mañana, sabiendo que el conductor me llevaba por las sendas de la gloria, buscando la alabanza de la naturaleza y el paisaje. Ese era mi pequeño ruego, la petición silenciosa en todas las oraciones.
Me quisiste, ya digo, máquina para tirar de tres míseros vagones, y toda mi vida he intentado llevar el convoy al destino de cada viajero. No debo jurar que acepté el encargo porque no es necesario testimonio en tu presencia. Sin embargo, ¿soy digno de enojo y censura por no olvidar mi viejo proyecto de ser yo el arrastrado o, en sustitución, convertirme en pecio arrojado a una isla misteriosa de paz e irresponsabilidad?.
Señor, no hay estaciones de tránsito en el recorrido que me has marcado. Las vías se bifurcan cada poco y soy yo el que debe elegir el camino deteniendo la marcha y apostando por el cambio de vía con mis torpes fuerzas. Vivo en el incesante temor de un choque frontal y cada día debo de cortar el cuello de los suicidas que me salen al paso como mariposas negras. La selva tapa lo que debía ser un sendero de hierro limpio de vegetación y, en ocasiones, la espesura me hace creer en pleno día que el sol al final ha muerto. Me deprime ignorar cuánto en mi hay de obediencia a tu voluntad y cuánto de inercia sin valor ni mérito. ¿Acabó acaso la tarea y sigo yo representando el papel de la marioneta mecánica de las viejas barracas?
Los espectros de los pasajeros me gritan que ya acabó la apuesta y que el diablo huyó de los márgenes de este mundo. Incluso algunos hablan de tu muerte por infarto. Ya casi ciego, avanzo por laberintos de bosque que escupen mosquitos y zombis. Elijo trayectos por el sonido de la máquina que parece querer ser, finalmente, la que me arrastre hacia mi destino. Ella cambia de agujas y se limita a susurrarme al oído que el carbón y la madera siempre son insuficientes.
Me desdoblo
Quizás sea un fósil angustiado por la motricidad geológica.
Leño (1978)
El tren
sube a mi tren azul
su dulce chimenea te puede dar
algo que hace tiempo buscas tú
si controlas tu viaje serás feliz.
El tren
un día yo quise viajar en él
subí despacio y me acomodé
vi rostros deshechos de satisfacción
si controlas tu viaje serás feliz.
El tren
después de latir a velocidad
ya va lento a su final
casi tú sabes cuando va a parar
si controlas tu viaje serás feliz
Ese tren azul me llevó al final del final del end de los doors, the blue bus is calling us... en todo caso los bosques son lugares pertinentes de combustión, enfrentarse a las semejanzas y brotar del epicentro de la iridiscencia gestando una nueva bifurcación, no la del tiempo y el mundo…
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Encontrar semejanzas. Enfrentarse a las bifurcaciones
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