lunes, 23 de septiembre de 2013

transparencia



Unknown


Cuanto más espontánea y transparente es nuestra experiencia, más regulada está por la red invisible que controlan organismos públicos y grandes empresas con sus secretos intereses.(Slavoj Zizek: Defendernos del control digital. El País , 19/09/2013).

 Son las 06:14 del lunes 23 de septiembre de 2013. Es de noche y, desde la ventana, observo tres puntos de luz blanca que señalan la carretera que sube al Castillo, y una  luz roja  que se ubica en una antena o algo por el estilo. Me duele la espalda en el lado izquierdo y un mosquito naranja  da vueltas en torno a la luz de la pequeña lámpara. Además del ruido mecánico del ordenador al ser golpeado por mis dedos y el murmullo como de mar de fondo del utillaje electrónico del Toshiba,  los únicos sonidos que percibo son los que hace mi cuerpo al moverse inquieto en su asiento y raspar, con las zapatillas, el suelo. Si me concentrara podría intuir nuevos agentes.  Tiendo a oír pisadas en la parte de arriba de mi casa aunque, al vivir en el último piso, considero que no pueden ser sino distorsiones o ubicaciones coloniales auditivas de sonidos inferiores en lo alto. Los diversos ruiditos son pronto interpretados  para que adquiera el conjunto un aire de familiaridad.

 No dejo - o no dejan -  fluir ni el pensamiento ni la conciencia. Podría decir que hay en mi pecho puñales que desgarran el alma. Como metáfora es un déjà vu y, en el mundo de las metáforas,  no hay peor cosa que volverse un lugar común. Aunque deberíamos matizar esta idea porque hay una verdad en su contrario.  Son curiosas las metáforas, o las imágenes en general, a este respecto. Por un lado, pretenden ofrecer intuiciones maravillosas para fecundar el pensamiento, las emociones y la siempre precaria integración de los individuos en la comunidad. Sin embargo, por otro lado, tienden a cristalizarse o fosilizarse a una velocidad violenta y, al hacerlo, nos dejan insatisfechos, decepcionados. Como si de su calma y quietud cognitiva inicial, brotara la fuerza destructora que dice así no, así no. Pero no hacemos caso de su sagrada violencia y las mantenemos, capturada por las redes de lo público, las compañías y los artefactos de control mental. Se apoderan de mi amor a la par que de los cuchillos metafóricos impidiendo que sean vistos, como debieran, como cuchillos de veras. Comprendemos una imagen y nos mata (simbólicamente). 

 Yo entiendo que la metáfora del cuchillo que desgarra el alma a la altura del pecho genera una quietud filosófica muy poco duradera. Y que es menester someter a la lengua a mil centrifugados para sacar a la luz otros ensueños de comprensión. ¿Es esto oscurecer la experiencia?¿Debemos oscurecer la experiencia para, a través del tacto, descubrir las nuevas imágenes? ¿Debemos tocar la llaga del costado de Cristo y desconfiar de la imagen visual del resucitado? Chupar, besar, palpar, raspar, frotar....

 Las metáforas comunes sirven de base a los protocolos de actuación de las instituciones que, es obvio, no trabajan en el nivel de los grandes abstractos aunque, muchas veces,  parezca que hacen metafísica --- una metafísica tosca, dadaísta, que surge por la combinatoria azarosa de las palabras de temporada  sobre base confitada de hilo de araña. Las imágenes que clarifican nuestra experiencia pública son las metáforas ya muertas que, los generadores de sombra del mito platónico, se encargan de maquillar para que luzcan bonitas. Véase las hermosas imágenes de las series televisivas, non plus ultra de la ontología que brota del sistema. Almas desgarradas por el cuchillo.

Creo que hay metáforas nuevas.

 No sé que hacer a las 6:38. Nada me va a a quitar el dolor de espaldas ni el mal sabor (o deshilvanado sabor) que un té verde me está causando. Me asombro de la palabra causa y su aparición en los reflejos de luz y sombra de la taza y la tetera. 

 Son las 7:04

   

jueves, 19 de septiembre de 2013

Imágenes e intimidad (Polémica ut poiesis pictura)

Luna y Bruma cerca de un punto de luz rojo
(desde mi ventana, 6:30 a.m)



 De la imprecisión de las imágenes. Todo un tópico del pensamiento.  Dice el concepto: "Es pura ebriedad suponer que algún icono plástico vale más que mil palabras. Ni se imaginen que la forma material pueda ganar al logos. Es demasiado el lastre. La imagen es ininteligible en el huevo que la ve nacer".

Creemos que este horizonte de emplazamiento de la experiencia o plataforma está superada por los tiempos. No confío. Su estela está ahí manteniendo el fuerte en las cimas de las montañas y los glaciares.

 .... en el mundo de las palabras se establece nuevas tensiones, réplicas de la inicial,  y las imágenes lingüísticas, los mitos y las metáforas, se consideraron tanto tiempo hijas casquivanas y un poco taradas de los conceptos, que la estela nos sigue acompañando en la sombra del pensar. La metáfora es la quinta columna de la destrucción del entramado de las ideas. El servicio secreto de las fuerzas salvajes del cruel Fumanchú. Peligrosos agentes infiltrados para destrozar las cosas con su exceso de significado.

Dicho así, hablar del carácter vago y diseminado de nuestras imágenes,  pudiera querer vindicar a los conceptos, en su apabullante disección, en su función de resolución de problemas. El eje de muchas terapias.

Todo así hasta que, en la sospecha,  caemos en la cuenta de que los conceptos son imágenes encriptadas o, como decía Nietzsche, momificadas. Los productos de una mente enferma o un asesino en serie. Y esta extraña conciencia combate,cuerpo a cuerpo, con bayoneta y pedrada, con la estela del rigor conceptual que aún respira en nuestras meninges como ideal y rey secreto de la escritura.


*****

 Quizás es que no se puede ver la Luna salvo entre bruma y balizada,  presa de una luz roja que dicen  facilita los peligrosos aterrizajes nocturnos.

*****


 La fragilidad de la intimidad. De mi intimidad si hiciera falta marcar posesivamente al concepto y a su amo. No me pregunten  qué entiendo por intimidad porque solo sé balbucear cosas como "eso que me duele a la altura del pecho", " aquel rincón en el que todo pasa como en otro tiempo", " lo de más adentro, en el corazón de las mentiras". Qué se yo. Cosas del amor y sus desasosiegos. Y de la templanza que sigue al sentimiento como la cola del lagarto.  Lo que ahora quiero decir es que  al hablar del carácter frágil de mi conciencia interior estoy mostrando como propia una cualidad  más adecuada al mineral o a cualquier otro objeto inerte y desalmado. Lo opuesto al alma.  Frágil es el cristal. Se rompe. ¿Se rompe también mi intimidad si quiera metafóricamente? Eso dice la imagen, asociando el ente inerte e insensible (el mineral de suyo frágil) con lo que pareciera hasta este momento el elemento más vaporoso de todos, el puro éter,  allí donde lo inerte solo deja huellas del recuerdo de una muerte futura (etcétera).

Hablar de la fragilidad de mi intimidad es unificar a los cinco elementos. El éter es pariente de la roca en este sentido.
 La fragilidad, aplicada a mi conciencia, parece que lo primero que hace es desalmarme para, acto seguido, dejar que las fuerzas que me rodean y que hasta hace poco parecían mías, se muestren como cosas exteriores, extrañas (el amor, de nuevo como ejemplo paradigmático, crea sus propios monstruos en el alma desalmada). Desalmado /desarmado, estoy a merced de todos los monstruos que, con mis conceptos, he invocados y que en su forma conceptual son inofensivos. La idea de revolución nada hace cambiar el mundo. El concepto de amor no pone cachondo ni ultrasensible. El amor sí nos rompe y, en esa versión, lo que debía convertirnos en superhombre, nos destroza. El amor es la revolución(decían).

Gozosamente (sin embargo) se rompe.

Un cristal no sangra por definición, aunque, en la lógica de las imágenes y  en su juego, el cristal sangra, como las Vírgenes de los milagros, cuando hablo de la fragilidad de mi intimidad.

 La fragilidad de la intimidad implica, así lo explica el concepto, que hay una incapacidad de responder a los estímulos del medio con esquemas y cartografías adecuadas. Una discapacidad emocional e intelectual. Si esa fragilidad de la intimidad se ha tratado de resolver con alejamiento, glaciaciones emocionales o mordida de los labios que se quieren besar, ahí se dice que la discapacidad entra en el orden de la patología. Se es una intimidad morbosa, gangrenada por el maestro de todas las ceremonias: el miedo.



(Nota a la imagen: 7:30 a.m.  La presencia de la luz solar ha hecho desaparecer a la Luna del horizonte. Queda, eso sí, la luz roja del balizamiento. Si me doy maña y tiempo podré alunizar en aquello que ya no se ve con la ayuda de esos pequeños signos que marcan pistas, sendas y caminos de cabras).



lunes, 16 de septiembre de 2013

el embrujo


Takasi Murakami


 Hoy he salido de casa y, sin necesidad siquiera de abandonar la calle en la que habito, he comprendido que el cigarrillo que empuñaba era una versión del colt que lleva el pistolero en las películas  del oeste. La ecuación cigarrillo-pistola, bastante común como saben, hasta esta mañana la consideraba simplista y como traída con alfileres  por los nuevos sacerdotes de la salud. Sin embargo hoy he comprendido su verdad. La súbita impresión se ha visto de inmediato contrastada  cuando me he encontrado con un hombre al final del  asfalto que, aun sujeto por dos vistosas muletas, no soltaba el cigarrillo y disparaba el humo en todas las direcciones,  con un vicio de los que destrozan las buenas intenciones de  una ciudad de tamaño medio. El pistolero estaba dejándose ahogar en el intento de borrar el mundo con su bang bang de humo gris. Considerándolo un peligro para la sociedad, nada peor que un tarado armado, he disparado mi cigarrillo de  humo a su persona, acompañado el gesto por un ug! como de esfuerzo. Le ha estallado el cráneo en dirección a los cuatro puntos cardinales.

 Luego, más adelante, convencido de la buena acción del día, me he sentido embargado por un embrujo oriental que me ha envuelto en un globo de color pipermín. En el embrujo del olor me he visto transportado a un jardín japonés, por lo que se ha visto cumplido mi deseo de visitar el imperio nipón. En medio de una naturaleza primaveral y rodeado de montañas, sin hablar, una bella sacerdotisa del sinto me ha conducido hasta el altar de un pequeño templo dedicado a algún kami relacionado con el viento. El viento, oreado en el país del placer, me ha alterado el equilibrio kármico o como sea que se diga en el orden de las tradiciones orientales a la dulce excitación que le cae, como la lluvia suave, a un viejo libertino que se ha acaba de descubrir en su adicción a los placeres suaves. En ese estado, al margen de la sacerdotisa, he llegado a las cercanías del altar y, allí, me he visto colocando velas devocionales, recordando a las víctimas de todas las violencias y a los que vieron negados o reprimidos los goces. El kami se me ha hecho presente y me he sentido, como nunca, unido a un Jesucristo que era Krishna, un poco en la línea de George Harrison.

 Harrison me ha dicho:

- Tienes que dejar de fumar, tío.
- Lo sé colega - he contestado - pero es que me siento como desnudo sin mi colt.
- Hay otro camino - me ha replicado George - y no te puedes erigir en señor de las condenas. No juzgues, muestra compasión y déjate llevar por el amor.
- No es fácil, tío.
- Hoy has dado un paso. No olvides que lo peor que puede pasar es que te equivoques y, eso, es el menor de los problemas cuando acepta unirse a los kamis del viento.
He vuelto a mis calles y, con el cigarrillo cubierto de rosas, he pensado que no quiero disparar a nadie. Ni quiero que nadie lo haga. Envuelto en mi globo de pipermín y con el olor de los tejos japoneses todavía reciente en mi rostro, me sentía bien. Mejor que bien, como dicen se sienten algunos privilegiados espíritus de los muertos.

 El hombre de las muletas seguía en la calle malherido por el enfisema pulmonar y, además de las muletas, le habían puesto un sistema portátil de respiración. Me ha pedido un cigarrillo y, en mi nuevo ánimo, le he ofrecido  mi último pitillo.

- Toma, hermano. Y apunta bien a los malos.

Me he dirigido a casa y, en la puerta, he cerrado mi globo color pipermín porque no siempre se puede ver el mundo con el embrujo del olor verde.

 No es triste. Los dioses están dentro y fuera del embrujo.

viernes, 13 de septiembre de 2013

libertad y libertinajes. Nueva serie bicéfala

Romina Power


La  idea fue repetida mil veces para ver si se hacía verdad en algún mundo: no debemos confundir la libertad y el libertinaje.  Desde luego, no dice mucho de la especie inteligente que una idea, para hacerse con su momento de verdad, deba repetirse ad infinitum y como sancionarse en su propio eco. Salvo que tengamos alguna metodología compleja de la repetición - racionalización, casi seguro, de la estupidez de un animal que solo con repetir mil veces las cosas se las acaba creyendo-, salvo en este caso y con dudas, la perspectiva de tener que mirar en nuestra mollera, en nuestro carácter y conducta para descubrir verdades fundamentadas en la mera repetición, nos provoca una angustiosa versión del tedio.

... pero supongo que hay que hacerlo.Por vicio, seguro, o por funesta manía.

 Destella en mil y una ocasiones, en los pequeños actos del día a día,  la sentencia sobre la libertad confundida por el libertinaje. Debo reconocer que la enjundia de la frase hizo de las suyas y, en  verdad, yo, como tantos otros,  estoy convencido en la superioridad del orden y la ley,  sobre todo en el micromundo de lo familiar y sus aledaños. Ley y orden que son los testículos cubiertos por el escroto dorado de la libertad que va  por su sitio. La elección, me digo,  no puede ser de cualquier cosa sino siempre de lo correcto, sea esto la paz en el  mundo o evitar daños a terceras personas. Me parece tan razonable que, en mi imaginario, veo a la libertad como mujer y esposa, inteligente tecnócrata con cierto gusto por las bellas artes y miembro activo de varias organizaciones de ayuda al desarrollo y la cooperación. Por supuesto, habla inglés sin acento de Chamberí. Mientras tanto, en una esquina, el  libertinaje se me muestra como un viejo cargado de ropas un poco a lo siglo XVIII, quizás un Voltaire escuchimizado y vicioso, con su cosa fuera,  deseoso de entrar en contacto con todo lo que desenfrena nuestra plácida vida, princesa, sea esto el vino y el humo aromático, la carcajada loca y la sonrisa que coloca, el gusto lagarto por el sol, el tacto, la conversación sin objetivo y, en la base, el placer de violentar todos los sentidos comunes. Es mi imagen libertina un viejo crápula con ganas de desenfreno. Esta imagen de mi particular mitología plástica  me permite saber que la frase de marras - no confundas la libertad y el libertinaje - ha triunfado en mi alma y no sé si tendré cura. Porque, ¿a quién se le ocurre  imaginar al libertino como viejo encorvado, prostático, asmático y un poco sicótico?.

 Dice la RAE que el libertinaje es un "desenfreno de palabra y obra". Se entiende la mala hostia del diccionario y su santificación de la repesca de los esclavos liberados. Si los libertos, raíz del libertino, se desenfrenaban en su libertad recuperada (o instituida) no era extraño que el antiguo amo solicitase su " cura" en el hospital de la esclavitud retornada, alma mater de todas la ulteriores cartas de deberes. Pero dado que se habla de desenfreno, ¿no sería mejor colocar en el imaginario libertino a un joven cachas, con mirada picantona y dispuesto a hacer caer en la tentación a cualquier mujer felizmente casada, disponible solo por un fin de semana y sabiendo que nos llevará más lejos que las célebres  sombras de grey? ¿Un hombre de mundo al que le sientan de vicio los trajes y los ropajes más informales, la piel rasurada y la barba aventurera, capaz de permanecer callado y melancólico para rodearse rápido de mujeres prestas al abrazo o dominar el liderazgo tanto en el salón comedor como la hora de colocar el culo en pompa? Creo que un gran número de mis congéneres piensan en ese modelo cuando tienen meditaciones en las que aparece el libertino. Así que, amigos, princesa,  imaginen el alcance de mi dolencia: mi libertinaje es viejo y medio beodo, muy tierno, sí, pero  debería encontrar un ambiente perfecto para probar el sexo cono latex. De suyo no se ve en el papel del nuevo hombre de mundo... Es un libertino casto y tontorrón.

Nota: Imagino a la libertad mujer y al libertino hombre. Vale. Falo-logo-centrismo. Yo me acuso. Pero pueden probarse las esencias de lo aquí descrito para imaginar terapias para todos los sexos, géneros y orientaciones sociosexuales.

 Dispuesto a curarme en esta edad que ya comienza ser curiosa y tremenda, iniciaré una colección de meditaciones en las que recoja los muy diversos modos del libertinaje super-casto en el que me coloca el imaginario de mi viejo. La idea es superar el vicio de la libertad responsable, refrenada, adulta, superguay. Un poco de sal a la vida como dicen los amigos de la autoayuda.

Mero divertimento.

Like a fairy tale....

miércoles, 11 de septiembre de 2013

nanoaniversarios





 De veras que escribo ahora porque me he dado cuenta de que no me apetece hacer otra cosa. A partir de aquí no esperen sinceridad por mi parte. Me dejo llevar por los dioses del lugar que no hacen ascos a mi desidia ni a mi alma farfullera.

 Escribo como máscara de mis simplonas ganas de poner una foto de la agente Dana Scully.  Escribo porque en este momento podríamos celebrar el nanoaniversario de cualquier chorrada, incluidos los besos torpes de los adolescentes que ayer se sintieron primeros.

Escribo ahora porque disimulo la triste distancia que enturbia las aguas del  pez en el que esta mañana me he convertido, sujeto por la aleta dorsal a la exigencia de permanecer en atmósfera acuosa  aunque tenga las jodidas branquias atacadas de asma, convulsas en rojo, palpitantes como un corazón enamorado cuando le da por palpitar y no quedarse colgado en la sístole.

*****

 He leído que hace veinte años se estrenó la serie Expediente -X en los Estados Unidos. De ahí el Nanoaniversario Dana Scully. Hace veinte años, en sueños de pater familias,  emigraba a Vancouver con Dana y Fox Mulder. Me gustaba - y lo que fue será y es - esa belleza contenida en los fríos bosques canadienses, la tensión amorosa que mantenía larga la relación  de los dos agentes del FBI, tan a lo suyo, tan raros y tan a punto de ser como los demás. Nanoaniversario del poco a poco ir fructificando una amistad a pesar de las peculiaridades un poco maniáticas de los protagonistas, encorsetadas en sus trajes de seriedad y responsabilidad ética. Ese sexo sin sexo tan en línea transmoderna de los X-File. En fin. Cosas mías que celebro en este nanoaniversario de una secuencia entrecortada de besos surgida en un momento n-1.

 Puestos a nanocelebrar, hace veinticinco años comencé a trabajar en lo que ahora mismo trabajo, efecto esta suerte (!) de mi exposición ante un público que no puedo calificar de idiota, me faltó intimidad,  del tema "el problema de la matematización de lo real". No me digan que  no es extraña la concatenación del asunto abordado en aquella mi más fructífera charla con un trabajo en el que más o menos puedo aguantar la sodomía implícita a todo trabajo. Supongo que fue un acierto y , hace veinticinco años,  por aquellos lares habitaba sin saber que hoy lo iba a nanocelebrar.

 Hace veinticinco años consideraba que la experiencia como fundamento de la escritura era estupidez suprema.  Escuché o leí que un fulano había dicho algo así: "somos escritores. Nos pagan por tener experiencias. Ellas son la base de nuestro trabajo". Me reventaba las tripas de risa. Era la escritura juego formal  y, si me apuran, imaginativo con matices racionales. Supongo que David Hilbert y su formalismo daban  razón a algunas de mis taras y, quizás la mayor, la ausencia de grandes experiencias. Dado que nunca fui guerrero, ni seductor, ni místico anacoreta, ni explorador Scott, ¿a qué pretender asentar la escritura en la experiencia? ¿Debía drogarme y lanzarme a follar como loco para luego contar algo? ¿Debía acudir al Afganistán que luchaba con los soviéticos?. No me sean Hemingway´s.  La escritura básicamente consistía en dejarse atrapar por las resonancias y las velocidades inerciales de las palabras mientras eran sometidas a un proceso más o menos hábil de centrifugado. Eso pensaba y creía que estaba en lo cierto. Ahora no pienso que esté en lo cierto ni que me equivoque. Pero mi estilo de escritura sigue lastrado por ese canon formalista. Por eso la inteligibilidad no es asunto primario. Al fin y al cabo siempre puede aparecer alguien para el que una combinación de signos diga algo.


*****
... nanocelebro estas cosas y aquellas que celebrar está prohibido por la que dicen prudencia.

... y, no me olvido, quizás celebro y escribo porque no me apetece hacer nada y la cocina ya está recogida.

.... más o menos las cosas son así: espacios en blanco, puntos y comas que templan el acero  de las palabras para convertirlas en barro humano demasiado humano.

Y feliz nanoaniversario, princesa !!!

lunes, 9 de septiembre de 2013

magnolia inquieta



la foto es mía

o ni eso

fue la máquina la que realizó el logaritmo para presentar así  la magnolia

la magnolia no es mía y era flor desgarrada en su árbol por imperativo de fuerzas vegetales

ni siquiera el sueño era mío

por no ser, no era yo ni la mosca que escuchaba la historia

realmente no sé si tenía papel alguno en la  atenta escucha

¿puedo narrar tu sueño si siento la presión en el pecho que......

?

 a veces arde el alma a la altura del pecho y no porque quiera lágrima

se quema y ya está

no hace daño a nadie

ni pasa a la historia

ni narra el romance



realmente no sé por qué estaba yo ahí, junto a la mosca, escuchando la historia

estar ahí es mi sino

en mi lápida podría poner:

                               estaba ahí y atendía cuando le contaban historias

ya sé que no es mucho pero la alternativa era:

                              estaba ahí tan idiota como siempre



 era tan niño

 e infantil era la presión en el pecho

porque a veces el corazón no puede respirar el contenido que lo desborda

no tiene branquias

y saberlo no es consuelo

ni tampoco consuela contar una historia que, al fin y al cabo, no es mía

es otro sueño

y la historia que escucha la mosca dice que hay ojos que miran la magnolia a una distancia como infinita, vendados los ojos en una atalaya que es galería, balconada corrida, espacio íntimo que protege de los elementos y da cierta distinción, para no ver que soy yo ahora el que contempla la casa del sueño con sus hermosas ventanas, la mecedora en la que se juega a las muñecas, se lee un poema o se tejen suspiros mientras el magnolio define el patio con sus poderosas hojas verdes,  flores abiertas  que no solo existen en la mirada

 y arriba, en la ventana, hay unos ojos que sienten que han sido salvados de alguna quema por el influjo del sueño

los veo
eso es todo
y no puedo estar arriba
porque son otros
los ojos quiero decir


yo lo cuento aunque sea otra mi historia

ni sepa  tampoco si, cuando se corrigió el camino, había riesgo inminente y el alma y el cuerpo ya se despeñaban

o tal vez faltaban varias jornadas para bordar el limes

que el vértigo afecta aún en la orilla del mar y con las olas quedas

 y es vértigo
no lo dudo

 el caso es que en la angustia por llegar a la casa surgió un vértigo de miembro fantasma
como una flor aparecida

y, de la mano, el magnolio condujo a los ojos hasta el arriba de la ventana

para que allí mirara


y la mosca  chocó contra la ventana

eso es todo




domingo, 8 de septiembre de 2013

Actualidad sadomasoquista



Isinbayeva saltando a gran altura



“Este es un juego político de alto nivel, con intereses internacionales, con dinero, con equilibrios. No siempre limpio. Y está claro que a eso nosotros no sabemos jugar bien”, resumía uno de los políticos desplazados hasta Buenos Aires. (El País, 8.09.13. Tema Madrid 2020)

Miedo me daba anteayer tener que realizar un comentario de texto de las palabras dichas estas semanas en el caso de que la victoria hubiese llegado:


 " Un proyecto de esta envergadura ha unido a los españoles"

 “Estábamos necesitados de buenas noticias, llevamos demasiado tiempo sin tener ninguna"
Hay algo de alivio.

******


Quizás es que, atontada de suyo, mi sesera cree que el horizonte de 2020  queda tan lejos que parece el futuro. Y, por otra parte, a veces me parece que los españoles estamos unidos en el hartazgo y tampoco pasa nada especial: ni los bancos de alimentos tienen superávit, ni las ONG se dedican a atender a otras criaturitas no humanas y también del Señor. Es decir, que por decir unidos que no quede,  pero hay que ver si eso sirve para algo si es un "de cualquier modo" o "a toda costa" o como "conditio sine qua non"

Soy malo.  La perspectiva de un Madrid de nuevo en obras, las inauguraciones, los comités, los asesores, las cintas... me ahogaba el esternón. ¿Se imaginan las comisiones y los intereses especulativos que rodearían los X-mil puestos de trabajo que tan monos eran en las proyecciones arrojadas a los leones hambrientos?

 Nota:ahora dicen que tampoco se ha perdido tanto porque "estaba todo hecho", es decir, que las olimpiadas se iban a hacer con los desechos de la burbuja inmobiliaria.... No hay como releer las cosas para ver el rico mundo de la connotación.

....quizás lo siento por esos reyes del espectáculo corporal que sin becas deportivas no pueden seguir compitiendo en las alturas. Aunque las últimas intervenciones de mi querida Isinbayeva me habían dejado olímpicamente confuso. Es decir: a lo mejor apuesto por la gente que veo correr por las calles aunque no se llamen Isinbayeba. No more heroes o así

 Lo que realmente me confirma en mi ser hispano es la idea de que, en el jugar sucio internacional,  los nuestros (sic- agg) son unos primos. Nuestros rufianes son casposos y garbanceros y, el mito Bárcenas, se nos acabará convirtiendo en una versión 2.0 del toco-mocho, con menos gracia  que Toni Leblanc y con más luces de revista normaduvaliana compradas en un chino como atrezzo.


Coda: La idea, en la que uno puede caer - en el fondo, nuestros corruptores son de regional -, denota nuestra necesidad de buenas noticias y apuesta por nuestra estupidez. Es también viejo juego de los corruptores asegurar que su nivel de negocio es "abarcable" humanamente. No lo niego tampoco. Para algo sirve la encomienda bicéfala. 


Pero no me absuelve. La comunidad está ahí y en ella mi presencia.

....  porque los amigos de los proyectos de envergadura regresarán un día y, bajo la forma de rata provinciana o  sewer rat  an co., llegarán a una ciudad ya no- dichosa  para sacar de ella las últimas asaduras. Quedan muchas inversiones para elevar el ánimo de la patria. No teman que, en la geografía nacional, los que no saben jugar a las corruptelas internacionales, lo hacen aquí de vicio. Será que somos más tontos. O, sencillamente, diferentes.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Miedo III



Izanami e Izanagi

is the spider under the cheese?
(Curso de Inglés)


Me decía que el miedo es instrumento delicadísimo de eso que llamamos "proceso de la vida".  Ya no se usa tanto aquello de la selección natural y me da que hay secreto en este pequeño movimiento, cosa que digo a beneficio de inventario y sin más, aunque sospeche que el concepto de marras es signo de cómo la tontería está ahí fuera, como la verdad en los X- File.

 No. No es que la vida me dé miedo o me disguste hasta el punto de considerar que no es don de esa nada que imaginamos a veces al fondo. Que no. Que no me da miedo el miedo porque lo bebo a sorbitos y nunca he sentido el momento previo al clic de la pistola en la base de mi cráneo. Quizás ahí, en ese jetzt-zeit, now- time, podría dar cuenta notarial de la cosa. Pero son experiencias extremas... No, no te temo en el calor ni el frío de tu presencia. Ni, en el fondo, tampoco al cañón del revólver en la palpitante sien.


 Me planteo que la vida ha visto nacer en su seno al miedo y, especulativamente, imagino que nació algo más tarde que el hambre que nos hace abrir la boca para comerlo todo, dejando que todo nos penetre y sin más aspavientos nos reviente. Yo es que creo que nacimos tubos y que el tubo que nos constituye se mueve por energía de hambre. Quiero imaginar que en el estado primigenio, quizás ahí sí el paraíso, eramos largos tubos con amplias aberturas,  un poco al modo de esas ballenas inmensas que devoran plancton horandando el mar con esas bocazas en las que, dicen, podrían habitar hasta cien personas. Cien personas en la boca ahogan a cualquiera. Y por eso nació el miedo, para limitar el número de cosas que nos metíamos a la boca-tubo. Y es el miedo un extraño instrumento que racionaliza  la pulsión del hambre, nos fuerza  a cerrar boca o, casi mejor, articula la boca para que signe lo extraño que paraliza el movimiento. El miedo, gesticulando en la boca, impidiendo que simplemente la abramos de par en par, ajusta el impulso a la mitología de lo que hay, metiendo al hambre en vereda para que no vaya allí donde habita el peligro que la consumiría.

  Sin embargo, esa racionalización que implica el miedo, ese cierre de algunas sendas porque nos conducen directamente al pantano o al colmillo de la serpiente, nos amenaza con la metamorfosis en momia, envoltorio que nos paraliza. Quietos ante lo extraño, podemos fácilmente pasar a la segunda parte y entrar en la metamorfosis del grupo: podemos ser víctimas mudas y, a la par, crueles verdugos cruelmente callados..

Resumiendo,

 Seguridad a cambio de miedo solapado
 en las solapas

 un abrigo existencialista abre la boca
(más relajado o
colocado
que el grito de Munch)

.

Abrir la boca al hambre
una boca que no besa, 
solo puerta al enclave magnífico
del tubo
.

Articula la boca el miedo
y el hambre duele

nacen signos
se mueven los labios al beso
cantamos con las lenguas

esas cosas
y también el silencio
del verdugo

el verdugo que tan bien ejecuta su oficio

y luego las víctimas paralizadas
pero esas no importan

domingo, 1 de septiembre de 2013

Miedo II



Goya: Disparate del miedo (1815-19)

 Pienso en la invasión zombi que llega, por el sur, a la ciudad en la que habito. Realmente la opción, como en la novela World War Z, es ir hacia el norte para que el frío paralice la enorme ola del contagio. En Burgos se ha abierto la puerta a los vientos del norte. Burgos zombi, con el Espolón poblado por seres sin alma que buscan contagiar su mal, acabar conmigo, secar mi creatividad y mis emociones en nombre de lo propio y lo impropio.

*****

El miedo.

Jean Delumeau (El miedo en occidente) reflexiona sobre las distintas expresiones del miedo en la cultura europea , francesa especialmente.

 El miedo ¿por encima de la lucha de clases y de otros motores de la historia?

 Hay un miedo con el que uno se acuesta y se levanta: el miedo al hambre. Como mi padre me educó en ese miedo como motor de toda conducta, puedo comprenderlo perfectamente. Son también miedos que acompañan al canto del gallo en la mañana: el miedo a la enfermedad y a  la muerte de los seres con los que uno ha creado comunidad y cercanía Y el miedo a mi dolor en todas sus dimensiones.

Luego hay otro miedo que, en la frontera, es más ambiguo: el terror apocalíptico. El miedo a lo nuevo, en definitiva, que nos resulta enormemente angustioso y, a la vez, un poderoso atractor. El terror al apocalipsis es una excitación sensual que recorre todo el cuerpo y que no termina de plasmarse en una buena erección. Algo de depresión, melancolía y bilis negra hay detrás de ese miedo. El apocalipsis es asunto raro y quizás otro día me apetezca seguir su senda que, ahora mismos, me provoca un ligero bostezo de damisela versallesca en la primavera de 1789.

 Y el miedo a lo extraño. El extranjero, el judío o el moro, el erasmista, la bruja, el pagano. También la aparición en solitario o en grupo del espectro de un tío abuelo, las psicofonías en mitad de la noche declamando poemas versolibristas de difícil evaluación. No es para tomarlo a broma. En el siglo XIX - quizás antes, quizás también después pues yo soy de la segunda mitad del XX y siento la vibración de ese miedo - aparece un extraño por excelencia: la mujer. La mujer Lou-Lou, tentación, enfermedad venérea, hipersexualidad e histeria, bailarina con boa, vagina dentada, puerta dulce del infierno más cruel, escarnio y cornamenta, el coño de tu madre como insulto...  La leche de miedo. Y, en este caso, además provoca(sic) el miedo  la mitad de la población, por mucho que sea cubierta con burka o muselina de salita de estar o mojigateria o portada pin-up. Ella está ahí, a la mano, cerca del tacto, en el aire como aroma.

 Lo extraño provoca miedo, según Delumeau. Y el miedo paraliza el alma y a veces el cuerpo. En ocasiones solo el alma y el cuerpo se lanza a la locura de la destrucción del otro. Es el miedo un instrumento muy delicado de la filogénesis y la ontogénesis. Pero de eso hablaré en otro rato...

Y también en otro momento, cuando el calor de mis pies vuelva a su sitio y la excitación por la presencia de las sombras cese momentáneamente en su batalla, mi alma querrá meditar sobre cómo el miedo a lo extraño se muta en extrañeza y la extrañeza, con otras fuerzas, da paso a la admiración y la belleza, fundamentos de la filosofía y de la comunidad que dicen imposible.

 Hay que indagar sobre el delicado aparato del miedo para saber si podemos recomendar en nuestro prontuario, como nos legó Epicuro, que él es el enemigo al que hay que derrotar.

jueves, 29 de agosto de 2013

Miedo (1)




 "¿Entiende de economía? Me refiero a capitalismo global del bueno, el de antes de la guerra. ¿Entiende cómo funcionaba? Yo no, y cualquiera que diga que lo entiende es un puto mentiroso. No existen reglas, ni absolutos científicos (...) La única regla que entendía la aprendí de un profesor de Historia: El miedo-decía -, el miedo es la mercancía más valiosa del universo. Encended la televisión: ¿qué veis? ¿Gente vendiendo productos? No: gente vendiendo el miedo que tenéis de vivir sin sus productos(...) El miedo es la emoción básica que tenemos, es primitiva. El miedo vende; ese era mi mantra: el miedo vende" (Max Brooks: Guerra Mundial Z, la voz de la ficción es la de un alto directivo de una empresa farmacéutica)

"y mientras tú esperabas que yo lo hicera. yo sabía que tú no lo harías. Curioso, ¿verdad?" (Pseudoanónimo)



 Miedo. La inteligencia es la facultad que nos permite reducir la incertidumbre. Eso vende. La incertidumbre como entidad primaria y, a su sombra, mi miedo, el miedo particularísimo de cada uno, intransferible, oscuro y fluyente,  como una niebla que nos hace perder los límites del cuerpo y el alma. Nos lleva a agruparnos en torno a un fuego o buscar el calor de los otros cuerpos o la irracionalidad de las masas. Eso es poco inteligente ... ¿o no? ¿hay una inteligencia superior a la de mi miedo que me lleva a la entrega a la masa, al fuego de la tribu, al suave tacto del otro? Los que se quedan solos siempre mueren en las películas de miedo.  Si la inteligencia nos lleva a la irracional inteligencia del ser al menos dos (mejor diez, cien, mil), el miedo nos repliega en los árboles que nos rodean. Nos percibimos como pequeños animalitos que convertirán su carne en musgo, arena, agua. Y el alma se despertará en jirones. Mil estados de conciencia fragmentados. Eso me asusta porque me imagino siendo un tubo en el que fluyen sin unidad  ni conciencia emociones horribles.

 Miedo. Yo lo sentía cosquilleante  porque esperaba lo que aún no era el caso. Mi miedo expectante no se reflejaba en ti porque tú ya sabías lo que yo iba o no iba a hacer. Certeza supongo que intuitiva, golpe de inteligibilidad a todas luces femenino.  Yo espero en la duda, en la pasividad más absoluta del que atiende nervioso al próximo movimiento del ajedrecista, sabiendo por los indicios que se acerca un jaque. ¡¡Qué distinto el esperar y el saber!!

Miedo. Si el miedo es la clave, ¿cuál es el consejo, el alma mater de nuestro prontuario de buenas directrices? La valentía. El valor es el valor (por excelencia primero). Valentía: ni miedo ni  temeridad. Exige inteligencia según los clásicos. ¿Exige?. Si no hay reglas, como apuesta la primera cita¿para qué la inteligencia? ¿Para crear la ilusión de una cartografía a todas luces falsa?  ¿No será más propio, más inteligente, la deserción de toda la inteligencia y la apuesta por el "fuerza y honor" del guerrero,  el ajustamiento pasional a un icono que no admite justificación y que se parece tanto a la muerte?  Memento mori.  No sé si me explico aunque, realmente, tampoco me resulta claro si no resultar inteligible es algo que me asuste .... de momento.¿Llegará el día?

Miedo. No sé realmente por qué se da que yo siga esperando, que me desgarre en una expectativa que no acaba y que asume que es otro el que debe tomar las riendas y actuar. Creo que yo mismo me desdoblo y me miro en esta osadía del escribir. Bicéfalo, me digo: " tú esperas que lo haga(¿lo hagas?) mientras yo sé que no lo harás(¿haré?)". Toda mi acción se diluye. 

Me fundo con la niebla negra del miedo.


martes, 20 de agosto de 2013

La imperiosa necesidad de escribir una del Oeste




No es que tenga demasiadas ganas de contar mis inquietudes internas ni que estime que cabe sacar de todo relato una categoría, moraleja piadosa o entretenimiento. Esta es una simple historia de esas que apelan a la propia vida para legitimarse a través de la prostitución y que suele ser lo que se vomita después del "si yo le contara", condicional perverso y hortera que viola sin escrúpulos toda la literatura que uno estima digna. En el fondo creo que tampoco estamos ante una confesión o terapia, aunque eso nunca se sabe con las gentes que militamos en el borde de la alienación. Un poco de exhibición, sí;  un quinto de mala leche agriada en el hartazgo veraniego, se le supone;  una pieza de ternura entresacada de la banasta de frutas postcongeladas y desaromatizadas del súper, eso va de oficio. O algo así.

*****


 Yo, de niño, me juntaba en los recreos con mi amigo X  junto a una piedra de esas que sirven a los viejos para sentarse y tomar el sol del invierno. Allí  simulábamos que se encontraba nuestro gran almacén de objetos de aventura. Las pistolas, la cartuchera, el caballo, el winchester, la cantimplora y la manta india o mejicana para proteger la montura. Luego salíamos a correr por el inmenso patio. Lo hermoso, al menos para mi,  no era la cabalgada sino ese encuentro en torno a la piedra, la propia existencia del almacén secreto. Los preparativos del viaje por el desierto me hacían disfrutar más que el lento recorrido por los caminos polvorientos o las batallas ganadas. Ese ha sido siempre mi sino. Me fascinan los preámbulos, sobre todo los que no llevan a nada.
Por cierto: si  quieren localizar el escenario de mis juegos  y hacerse unas fotos,  - sé que  hay gentes que persiguen ensoñaciones literarias en la realidad - nada más tienen que ir al Hospital del Rey, zona ahora universitaria en la ciudad de Burgos. Detrás de los edificios modernos, en un placita que aún conserva las viejas casas de mi niñez  y a la que se accede por un bonito arco, tuvo lugar la aventura que ahora he convertido en letra escrita. También merece la pena decir, aunque ya es imposible visitar, que en el interior de ese arco de entrada vivía mi barbero de los cinco años, un señor con pluma y pájaros y peces, dueño y emperador de  una habitación misteriosa en la que yo entré solo un par de veces,  espacio separado por unas simples cortinas del salón de corte de pelo pero que conformaba  el muy distinto mundo abigarrado de las maravillas. 




 En aquellos mismos días, en el inmenso placer de buscar el sueño, cuando me metía en la cama también fantaseaba con  el almacén del pistolero. En este caso, cuando cerraba los ojos a la espera de la bendita inconsciencia, imaginaba una gran cueva en la que me refugiaba todos los días. Esa cueva estaba llena a rebosar de los objetos típicos de la aventura del Oeste y de otros miles de cachivaches. Me recuerdo vistiéndome de vaquero, colocando las pistolas en su sitio, ajustando el cordón de las cartucheras. Lo que no me viene a la memoria es verme salir más allá del umbral de la caverna-general store.  Sí, miraba a lo lejos y me quedaba abobado contemplando el amplio horizonte del atardecer o del amanecer. Quizás porque en ese momento me dormía nunca fui jinete en las grandes llanuras ni me enfrenté a los pieles rojas que, se cuenta, corrían a pelo por las praderas.

 Esas experiencias creo que están en el centro de mi persona y, sin necesidad de que se sientan ofendidos, de mi voz narrativa. Soy un tipo de almacenes, un cabo furrier onírico. Mi deseo secreto siempre ha sido ser dueño de una ferretería.  Yo escribo inventarios. Me fascina esa cueva en la que poco a poco empezó a haber de todo, lámparas de petróleo, barriles de pólvora, harina o frutas. También telas del lejano oriente y  el hábito ensangrentado de un misionero martirizado por los chinos. Peces de colores en recipientes de cristal esférico. Pájaros tropicales, sillas sobre sillas, envolturas diversas, polvo y redes de arañas meditantes. Una infinita barricada.

Uno es así. No he tenido demasiado valor para salir a las grandes extensiones. Han brotado de mi lengua mil excusas para no salir.Por ejemplo, no puedo dejar a los peces solos.

 Pero leyendo una novela de intriga (Miedo de Jeff Abbot) he pensado que a lo mejor lo que siempre he deseado es escribir una novela del oeste o, en lo que es lo mismo aunque mejor, una revisión de la aventura del mago de Oz.  Viajar, salir ahí fuera y arriesgarse a actuar impropiamente, traicionando los deberes y los valores, dejando a los peces morir porque uno está tirando los tejos, desde hace ya diez días, a una pelirroja que baila can can en el salón recreativo y que, además, es experta en Spinoza.

 Malditos secretos que se acaban contando.

 Abandonaré la cueva en este mi inicio de una carrera literaria. Y que nadie se ría porque soy un tipo armado con un colt perfectamente engrasado.



miércoles, 14 de agosto de 2013

W W Z (La civilización y la imitación inteligente del zombi)


WWZ (2013)



 Debo confesar que descubrir que estamos en plena Guerra Mundial Zombie solo me ha servido para dormir peor y sentir acelerados los efectos colaterales que son de rigor en mi picajosa vida emocional. De nuevo comprendo que ser consciente de uno mismo y del mundo que es el caso, tal y como se empeña en recomendar la filosofía, quizás nos haga dignos pero nos conduce a unas felicidades muy raras, al menos en estos tiempos en los que el dios kantiano que aseguraba el final feliz salió de naja en el el último episodio.

 El poético habitar de mi existencia  en la W W W  no me planteaba demasiados problemas. Sí, acepto que la mala conciencia drogadicta me empañaba las lentes a veces y me decía, en silencio, que algo malo tenía que tener la www si estaba tan rica. Pero, ¿quién está libre de vicios? Además, si yo podía ser objeto de seguimiento por parte de los servicios de inteligencia o las Compañías , ¿qué me podía importar? Creo que la perspectiva me llenaba de orgullo porque no acababa de entender qué interés podía tener el menda y su achicada vida para esos señores tan importantes. Por eso sentirme espiado me ponía más bien cachondo, de un modo ligero y al modo ancianidad activa, pero cachondo al fin y a la postre. Como los célebres elefantes de la canción infantil, me he estado balanceando en la red con más alegría que angustia.

 Pero la visión de la película WWZ ( World War  Z, 2013) me ha llenado de inquietud. No me asusta  la interpretación política que pueda hacerse del relato, digamos los peligros que en la vida del individuo y los grupos cordiales  - la familia convertida por el capitalismo en la última célula revolucionaria - puede producir la infiltración de lo otro, masivo y reiterativo, homogéneo y desazonante, anónimo y cuantitativo, democrático al fin y al cabo. Tampoco me ha llevado al borde del colapso nervioso asumir que el capitalismo es el gran zombi y que su lógica ilógica nos lleva a la destrucción de los pequeños resquicios de libertad individual . Y no hago mucho caso a la idea de que el orden civilizatorio se proteja solo gracias a los muros (como los del estado de Israel). Todo esto es muy angustioso pero, personalmente, lo que más ha afectado es una cuestión que tiene que ver con el ritmo de las opciones salvíficas..

 La verdad es que,  siempre en la inopia,  no había caído en la cuenta de los cambios de velocidad de los zombis contemporáneos. El zombi que yo recordaba era más bien lento, acartonado en sus andares por la putrefacción que le corresponde a su condición de cadáver. Sin embargo, estos nuevos zombis que nos han llevado a esta maldita guerra mundial tienen todo un sofisticado sistema de tiempos.

Los zombis pueden mostrarse como realidades suspendidas, inmóviles, cercanas a su vieja condición de cadáver. Los movimientos que vemos en la película WWZ cuando el zombi está inactivo, podrían ser los efectos típicos de la corrupción de un cuerpo, según nos informa la ciencia forense. La propia corrupción de la carne, la generación de gases y efectos mecánicos, crea esos movimientos compulsivos, torpes. Todo muy natural y, si se me permite, humano. Pero cómo cambian las cosas cuando detectan algún ruido o movimiento violento. Su excitación es tan brutal que pasan de cero a cien en muy pocos segundos, haciéndose capaces de hazañas inmensas -propias de animales sociales perfectos como las hormigas -,  como la superación de los altos muros  de Jerusalem o la creación del atrapa helicópteros que vemos en la imagen  de arriba. Toda una instalación.

   Si los zombis paralizados me recuerdan a las esculturas de Juan Muñoz deterioradas por el paso del tiempo pero con un encanto zen,  los zombis excitados por el ruido me parecen los antihéroes, figurativos solo en apariencia, de un cuadro expresionista,  una de esas acciones pictóricas y medio derviches de Pollock ante el lienzo. Pero mejor lo ven:



 Juan Muñoz


Jackson Pollock




WWZ
 Me sorprende la velocidad de infección del carácter zombi.  La humanidad está perdida a ese ritmo. La película, finalmente, encuentra una opción salvífica no sé si definitiva. Al parecer, los zombis son estructuras como aquellas que imaginaba Richard Dawkins en su gen egoísta: organismos instrumentales, cuerpos que solo buscan el contagio masivo. Por eso, la violencia sobrehumana de su movimiento nos revela la presencia de una fuerza de muy difícil contención. Así se comprende que, en la mutación zombi, los enfermos sean ignorados. Literalmente no existen en el campo perceptivo de los caminantes porque han dejado de ser posibles receptores de la mutación. Por eso, la respuesta civilizatoria ante la barbarie zombi no puede fundarse en la creación de guetos y la construcción de murallas  sino en enfermar todos juntos, asumir que la no-perfección y la muerte nos salva. Casi teológico.

 Pero yo casi prefiero subrayar otro camino. Imitemos al zombi, salvémonos en la apariencia. Seamos una recreación zombi en su estado no agresivo, cuando se mueve lento como un actor de teatro polaco. Que esa teatralidad sea nuestro camuflaje inteligente. Eso podemos hacerlo y ganar al monstruo por abajo, en su estado mínimo. Por eso propongo:

Lentitud,

evitación del ruido,

vivir en los delicados ritmos poéticos, lejos de las grandes sinfonía tecnológicas que tanto excitan a los enemigos.

Ser uno de ello, camuflado en el estado de larva de la muerte.

 Despacito.

 Ya dijo Nietzsche en algún sitio que todo lo que ha merecido la pena en la civilización humana ha exigido tiempo de disciplina. Vosotros, hombre superiores, aprended a tardar más de un día en alcanzar los objetos de la cómoda, y toda una semana para bajar al supermercado.

Despacito.



WWZ

Lo dicho. Y que viva la revolución que, esta vez sí, nos permitirá ganar la guerra.

martes, 6 de agosto de 2013

El público


Isabelle Stoffel: La rendición


¡¡ Hostias!! ¡ No se lo tomen a broma!

 Llevo un tiempo preocupado por la cuestión del público. Perdonen la falta de modestia y eviten la risas: me interrogo con toda seriedad por "mi público", hasta el punto de convertir su presencia en el gran horizonte hermenéutico de mi meditación sobre el mundo.Ni verdad, ni belleza, ni bondad. Ya, ni siquiera, la escritura como alivio onanista o tiro de carreta terapéutico. Ahora el público es eje de mi decir porque, por sorpresa, he tomado conciencia de que tengo un público por ahí.

  Este es un asunto que debe estar a la sombra de toda esta legión de amigos del blog, la facebook o los twitter. Pero la categorización y distanciamiento de la cuestión, hasta convertirla en asunto de muchos, no me libera de la desazón gozosa de esta "conciencia de que tengo un público y a él me debo tanto a o más que a mi propio genio o a la conciencia de clase, género y especie".

 Esto no es broma. Hace unos años no me planteaba esta cuestión  porque escribía en cuadernillos de cubiertas negras a los que nadie tenían acceso y que ni yo releía. Podría afirmar que, como San Agustín, yo escribía para Dios y sólo él era mi público, que trabajaba en la búsqueda de la perfección expresiva porque Dios lo ve (Oscar Tusquets). Pero creo que realmente  nunca me plantee las cosas de esa manera y ni me tomaba en serio a mi mismo ni a mi escritura. Creo que es ahora, y solo ahora, en este momento en el que me pienso en la presencia de mi público humano, gente con penes y vaginas, dedos y uñas, caries y déficit en la recaptación de la serotonina, solo ahora, me digo, la idea de escribir para Dios o con Dios me resulta claro del bosque para edificar mi tienda. Es ahora cuando yo me siento digno y hablo con propiedad de mi obra o, dada mi edad, de mi legado.

Rendido a mi público,  he conseguido finalmente la dignidad como hombre y como artista.

Por eso ahora me preocupo más por las formalidades de mis artefactos: los errores mecanográficos, las faltas de concordancia, los matices de la provocación, las fórmulas de cortesía, mi atención a las peticiones silenciosas de mis lectores. Giros, bises, claridad conceptual y sentimental. Ha sido ver al público y pensar en Dios y, a la vez, todo junto, atender a la gramática y a la ortografía. La figura del "observador imparcial", propuesta por Hume creo recordar para establecer valoraciones racionales en el contexto emotivista, no es exactamente a lo que me refiero. La figura del público no es un constructo teórico para salir o entrar en algún sitio, ni está ahí fuera garantizando un distanciamiento imposible. El público me habita desde el interior de mi alma, como una hinchazón aparecida de improviso al modo de las alas de la mariposa o esa erección no esperada que se despliega cuando,castamente, besamos a una persona a la que amamos.

Él me domina y yo me someto. Vivo en el placer a la rendición.

 Supongo que ya he llegado a una cierta altura en la génesis de mi obra. La aparición del público ha configurado la primera fuerza armada de mi espíritu, que ya no es solo alma, que ahora participa en el devenir de los juegos simbólicos, en el despliegue de las connotaciones.

De rodillas ante mi público, creo que esta rendición me está otorgando un nuevo reino de libertades.

No se rían, por favor. Mediten.


 

sábado, 3 de agosto de 2013

«Show me, show me, show me how you do that trick"






And moving lips to breathe her name
I opened up my eyes
And found myself alone 
Alone
Alone above a raging sea
That stole the only girl I loved
And drowned her deep inside of me


 moviendo mis labios para respirar su nombre
Abrí mis ojos
Y me encontré solo
Solo
Solo sobre un mar de rabia
Que se robó a la única chica que amé
Y la ahogó en lo más profundo de mí



Creo recordar que uno de mis primeros poemas - ya ha prescrito el delito así que puedo confesarlo -  trataba de la misma secuencia que nos describe la canción de Robert Smith, tema que en esta ocasión interpreta más dulce Katie  Melua. Quizás me faltaba el inicio, ese brillante show me, show me how you do that trick, pero en todo lo demás era muy parecido. Mis versos narraban en un tono épico agónico el triste destino de una balsa espacial  que se dirigía hacia la nada y en la que la voz  iba rodeada de cadáveres.  La historia tenía que ver con un naufragio ontológico y acababa muy pronto porque el protagonista del relato estaba solo y vacío, así que su trayectoria era muy limitada. Pero yo insisto en que aquél poema estaba en una atmósfera muy cercana a la del Just like heaven. No tengo pruebas pero, supongo, todos ustedes confían en mí.

 Me gustaría volver a recuperar  los trucos del escritor adolescente que, embriagado, era Rimbaud mismo redivivo, a veces Morrison y en algún punto Robert Smith. Porque allí, en mi pequeño cuarto y enfrentado físicamente a una máquina de escribir que pesaba sus buenos quince kilos, negra, de teclas potentes, tan arcaicamente americana que parecía soviética, en ese punto axial de la historia de esta pobre carne mortal, en el allí que era un jetzt-zeit filtrado por el truco químico de las diversas visiones, allí era yo el rey del poema y de la enciclopedia. También un Voltaire cachondo con camisa maoísta.

 Y ahora, tantos años después, sigo rogándote que me enseñes el truco, que levantes las olas del mar para enmarcar tu espectáculo y que si desapareces, como inevitablemente sucede contigo, al menos me quede con la boca abierta porque has superado al gran  Harry Houdini. No estarás pero como todo ha sido un truco, algo que está entre la magia y el engaño,  aún se me permite tener la esperanza de volver a sentir tu mano navegando en los vientos.

Y tus manos en el viento ya sabes que me gustan.






sábado, 27 de julio de 2013

Poder, coches y chicas

Packard 343 serie 8 y Marion Morgan Dancers (1927)

  Uno, de por sí tonto, se asusta si al salir a la calle se encuentra con este espectáculo de belleza y automoción, turgentes figuras femeninas y estruendo de motor más bello que la Victoria de Samotracia. Y es que L fue futurista y sabe que, como los alcohólicos y los adictos a otras sustancias,  nunca se deja el mal hábito.¡Ah! La novedad, la modernidad, la progresía, lo cool, lo ye ye... Nunca deja (el) uno de ser siervo de ese conciliábulo y sabe que el pacto inicial con el ídolo motórico no admite cese ni traición.  

 Por eso L, de por sí tonto pero al fin y al cabo superviviente en la economía darwiniana, tiene miedo de que al  salir a la calle y encontrarse con las señoritas de belleza clásica y el Packard 343, la sentencia esté trazada en el aire y un golpe seco de flecha le atraviese el pecho.

  ¡¡¡ Ay, dios mío, qué jodido es ser  un traidor infiel a sus viejas filias!!!

 Me fijo en las cariátides que enmarcan el templo del progreso automovilístico y el mejoramiento de todas las clases sociales. Esta hermandad de los humanos en los vehículos de motor está bien lejos de la  bailarinas del viejo cuadro de Matisse



 Las chicas de Marion Morgan son punta de lanza de las potencias del Packard, proyectiles de carne y tersa piel de los cilindros y las vielas. Absorbe el automóvil  la belleza de las mujeres y, en la vampirización, ellas se convierten  en máquinas de morbosa belleza (como la María de la película Metrópolis). Mecanizada la compañía de ballet, las jóvenes adquieren una fuerza como de superhéroes, mujer araña o Supergirl,  capaces de tirar del coche como genuinos caballos (o yeguas) de vapor, abstracción física tras el frágil cuerpo que recuerda a las vestales cariátides aunque ya estén en otro universo.

 Los bailarines de Matisse abrían un hueco, cercaban poéticamente el espacio y creaban la danza. Las jóvenes del Packard son el avance de un sunami, el inicio de la nueva era llena de cosas, el mundo después de Ford que imaginó Huxley en el Mundo feliz. Su belleza es flecha y cuchillo que arrastra todas las factorías de Detroit, el Ruhr, Tokio o Shangai. Son la bomba atómica.

 Y yo, como soy un poco tonto, y a pesar de mi patente de superviviente, caeré de nuevo en el falso amor por las jóvenes bailarinas, engañado, atrapado en la tela de araña de las ensoñaciones, de nuevo futurista, de nuevo creyendo que un coche de carreras es más bello que la Victoria de Samotracia



jueves, 18 de julio de 2013

Fotografía


EDDIE CARMEL
Jewish Giant, taken at Home with His Parents in the Bronx, NY, 1970
Fotografía de DIANE ARBUS


"Muchas personas se inquietan cuando van a ser fotografiadas: no porque teman, como los primitivos, un ultraje, sino porque temen la reprobación de la cámara"
 (Susan Sontag)


  Te ríes de mí, con esa seriedad que tanto me gusta, cuando digo que la sospecha de que todos los que me rodean poseen su propia mente me resulta purita sorpresa  y, en un salto más, maravilla. Nunca cito del todo bien, ni siquiera a mi mismo, y en verdad quisiera decir que en todos los que por aquí y allá navegan, humanos y hasta algún que otro animal, hay alguna cualidad que merece el calificativo de rara. Y es la rareza la que me sorprende, la comprensión luminosa de que en sus cabezas flotan mundos tan morbosos y encantadores como los que en el mío acampan. Y percibo, como lazo de color del mundo,  la extrañeza de los cuerpos y las almas, los perfilados diversos y las locuras afectas al trompicón.

 No te gustas, dices, en esa foto que me ordenas destruir y me amenazas con no volver a  acercarte al extremo de la cámara. No admites la mentira del fotograma, el más que cuestionable afecto a las imágenes que parecen nos dan eternidad y fama momentánea. Crees que no debo forzar el obturador en el futuro. No, no merece la pena alcanzar la gloria en determinadas condiciones y es éste asunto que ya la teología debatió cuando se hablaba de la resurrección de los cuerpos. Resucitar, ¿en qué condiciones? ¿Con los brazos pellejudos y la ojeras de mandril? ¿Con la polla escupiendo piedras y colgando de su deseo de no ser más ya nada? Por eso, prometían los sabios  resurrección en cuerpo glorioso, en acme que denote madurez, quizás los treinta y tres del Cristo o a la tierna juventud.

 Duele no saber que puede dolerte lo que la cámara que se apoya en mi mano te ofrece.  No sé si cuando te fotografío, cerca de los padres o del esposo, en tu casa de Brooklyn  o en la misma playa, estoy encontrando los matices de tu rareza o, por contra, falseando tu ángel. Por eso admito tu riña y destrozo la cámara que a mí, en suertes, me toca.

 No haré más fotografías aunque, sin duda, seguiré mirando todas.

domingo, 7 de julio de 2013

HIPOPOEMA SOBRE OBJETOS ENCONTRADOS (I)



El aire de familia citó a Wittgenstein en la calle más oscura de la academia con clara voluntad de homenaje y asesinato. En la categoría de " buena mujer"  transformado,  intentó  la seducción del célebre compañero de clase del tal Hitler y, en vista del desencuentro, optó por el crimen directo. Crimen aún sin resolver.

 De regreso a su despacho, ideó hipercampos en el aroma de  la sangre que aún caía, con evidente placer, por su muslo. Y ella, suspirando, se dice que si no fuera tan cobarde escribiría novelas eróticas con faltas
de ortografía.

  

*******
  Hemos establecido seis hipercampos o áreas generales del saber a los que deben asignarse cada uno de los textos «informativos» del corpus. Cada uno de estos hipercampos se ha estructurado en áreas temáticas más concretas. La parte de ficción —textos «imaginativos»— se ha considerado, por razones de orden y clasificación, como el hipercampo 7. ( CREA , Centro de referencia de español actual)


Hipercampo 2. Ciencias sociales, creencias y pensamiento. 

Religión 

Lingüística y Lenguaje 

Historia

Sociología 

Literatura

Astrología y Ciencias ocultas 

Erotismo, Sexología 

Psicología 

Ética 

Geografía 

Filosofía 

Civilización, Etnología 

Antropología 

Mitología 

Folclore 

Educación 

Mujer 

Arqueología 

Urbanismo 

Testimonios varios


Hipercampo 7. Ficción: 

Novela, relatos y teatro.

jueves, 4 de julio de 2013

Situaciones de bicefalia (cámara rápida)





 El hombre de Vitrubio también sufre la indigestión de la Bicéfala


"... porque en ese preciso instante sonaron al unísono el teléfono y el portero automático, ambos ruidosos y torturados, y tan abruptamente que parecieron penetrar a través de un agujero diminuto en el gran balón de silencio coloreado en el que él estaba sentado esperando, y primero avanzó hacia el teléfono y luego hacia el portero automático, luego convulsivamente hacia el teléfono y entonces intentó avanzar de algún modo en ambas direcciones a la vez, y finalmente, permaneció allí con las piernas separadas, los brazos agitados y frenéticos como si hubiera algo por el aire, sepultado entre los dos sonidos, sin un solo pensamiento en la cabeza" (David Wallance Foster: La broma infinita)

BUENOS CONSEJOS (fábula). Este cerdito es ya carne y manteca

  Tiresias you teach us what it means to hold your own (Kate Tempest: Mantente firme ) Lejos del país del verano rumia el ce...