domingo, 6 de marzo de 2011

07:12: Regurgito, en la mañana, materiales de acarreo:

" El profesor Ebisuro había levantado una gran roca funesta valiéndose de una palanca y expuso a la luz del sol lo que había debajo"

"Hemos levantado la roca con la palanca, muy bien; pero parece que una cosa absurda ha salido a rastras  de debajo"

"La primera impresión que le evocó Ushikawa fue la de algo desagradable saliendo a rastras de un sombrío agujero de la tierra. Algo inidentificable y viscoso, algo que en realidad nunca debería haber salido a la luz"

"... no puedo evitar  sentir la mirada de las lunas en mi piel. Aunque yo no las mire, ellas me miran a mi. Ellas saben lo que voy a hacer".

(Haruki Murakami: 1Q84)

"Es necesaria una gran matanza para dar la vuelta a las piedras sombrías  y exponer a los extraños gusanos que allí se esconden.Las vidas de nuestros locos inconformistas son expuestas al público"
(Jim Morrison: Señores y nuevas criaturas)

 Pareciera, siguiendo los consejos de Diderot, que se nos encomienda la tarea de revisarlo todo sin distinción ni miramiento precisamente ahora, en la época en la que ya nadie nos vigila, sin Providencia ni Teleología, sin papá ni mamá nenita, sin lunas que sepan lo que voy a hacer. Sin magia ni mano maestra de señor alguno, no hay habitaciones cuyas puertas deban permanecer cerradas ni cajones de privacidad de lo otro. Removemos piedras con la palanca de nuestro intelecto o de nuestro sexo y dejamos que las criaturas agusanadas se muestren y recorran asustadas la tersa piel del alma. Nos vomitamos en terapias caóticas y dejamos que surja el fondo oculto de nuestra existencia porque no soportamos que algo se nos tape.

  No sé si he sido yo  el que ha levantado las piedras del fondo fluvial de mi alma (que,en algún sentido y sin soberbia, es el alma del mundo en pequeño reflejo) o si ha sido otro el que lo ha hecho.  En cualquiera de los casos, me parece que estas cosas exigen rito o método terapéutico, razón por la cual estoy en ejercicios espirituales para convertirme en estoico (la única conversión que puedo permitirme). Hay que prepararse militarmente para soportar que después del esfuerzo de remover las piedras no salga nada (pudiera ser que bajo las piedras se mostrara el impoluto y acristalado suelo de un edificio de oficinas) o aparezcan criaturas absurdas como uno mismo retornado a la adolescencia por enamoramiento, compra de moto o consumo ocasional de cannabis. O que en el espejo nos enseñemos los dientes convertidos en tumoración de sí.  El método y el rito se exigen no para vencer el horror ante la sacralidad y trascendencia de lo mostrado sino su nadería e imbecilidad. Es muy duro contrastar que en el sótano de nuestra experiencia se esconde aquel idiota borracho que narraba la historia o el mono dentro del autómata.
 
Y así, con todo el día por delante, confesando que remuevo piedras con resultado desigual y que quisiera poder volver a adorar a las lunas, me muestro dispuesto a acudir al cumpleaños de papá sin ser Edipo y un mes después de su fecha y celebro, en este ahora mágico y como con aura, a las 07:56, que -como ayer - he reiterado el ritual de plátano y té, un par de dedos de persiana abiertos, luz artificial y Stacey Kent cantando bajito What A Wonderful World a mi derecha. 

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