Nemanja Knezevic: Upper town synergy (Zagreb)
"Lo cierto es que no todas estas afinidades resultarán explícitas y conocidas, sea por falta de ocasión, sea porque ni imaginaron que podría existir, sea por una simple cuestión de sensibilidad y tacto" (José Saramago: Ensayo sobre la ceguera)
El hombre de la foto, cerca del parlamento de Zagreb, baja por una calle adoquinada y ligeramente pendiente. Las casas de los lados se tiñeron de humedad hace años y notamos algunos desconchados en las paredes, signo de la crisis del patrimonio urbano, además de las habituales firmas grafiteras. El hombre parece tener el pelo blanco y, no sé por qué, me resulta un poco extravagante, no por la acción que está ejecutando sino por su aspecto. O mejor: la acción de portar la pancarta devuelve dignidad a una apariencia sensible que minutos antes nadaba en las cercanías del ridículo. No quiero ofender a nadie, claro, pues trabajo a más de 1700 kilómetros de Zagreb y el valor testimonial o documental de la fotografía tengo que despellejarlo para alcanzar afinidad sinergética entre mi maltratada alma y la imagen fotográfica de un tipo bajando por una calle.
El tipo de la foto, imaginemos, no porta su auténtica cara sino que para la ocasión ha tomado el rostro de otro, quizás de un personaje de opereta muy maquillado y empelucado. Por medio de almohadillas le han engordado barriga y piernas antes de colocarle una cara extraída del catálogo internacional de caras normales especialmente ridículas. Y le han dejado solo en la calle. ¿Solo? No, no hay soledad. La iluminación que cae sobre su estampa y la misma frontalidad teatral de la fotografía anulan toda impresión de soledad. Hay otros o los hubo o los habrá. Quizás sea un rezagado de la manifestación contra los malos tiempos. No hay nadie presente detrás del manifestante pero el ridículo de unos cientos de antigubernamentales protestando contra la sociedad del espectáculo y la gran verga de los mercados ("no se consigue nada saliendo a las calles" dicen )se salva y dignifica por esa imagen de un hombre extraño que baja por una calle de Zagreb portando una pancarta.
Oigo la soledad del caminante y el ruido de las ausencias que desgarran la noche de la ciudad. Frente al solitario pudiera estar un coche de policía con agentes armados dispuestos a reprimir la algarada - como el joven que se colocó ante el tanque en Tiananmen. Si de repente aparece un tipo solitario y "apayasado" dirigiéndose decidido hacia la luz, el sentido de la ráfaga se pierde y de la extrema debilidad del manifestante nacerá un malestar extraño en la boca del pistolero y del que ordenó la represión de las calles a plomo y sangre. Eso es sinergia: dos pequeñas cosas se suman y modifican la trayectoria de aquello que inicialmente las duplicaba. Un hombre, una foto.
Evidentemente, la cara con la que han disfrazado al manifestante de Zagreb es mi cara y, en extraña afinidad, yo soy el tipo de la pancarta (me reconocí nada más verme esta tarde en el reportaje de Cafe Babel)
Yo soy un croata. Yo soy el último europeísta de los Balcanes.Yo califico de corruptos a los políticos de mi país exótico.Yo protesto.
Repito que no quiero molestar. Sólo me estoy desfogando un poco y tratando de encontrar hilos de afinidad con esto que es el caso. Estoy convencido, con Saramago, que muchas de las afinidades se pierden por ausencia de órganos de sensibilidad adecuados o por cuestiones de disciplina o modales. Como no nos atrevemos a besar a todas aquellas personas que nos atraen no sabemos si pudieron haber sido la elección definitiva. La tesis de Goethe en la célebre novela - las afinidades entre espíritus (y quizás cuerpos) provocan fuerzas atractivas que rompen las convenciones y tienden a unir a los semejantes como si de un fenómeno magnético se tratara - no me parece completamente acertada (aunque sí excitante). Olvida la presencia de otras mil fuerzas que se interponen, invierten y desvían los acercamientos entre almas gemelas. Por eso, es menester hacer ejercicios de afinidad y buscarse a sí en el exterior, en ese discurso del afuera que parlotea intrigante por las calles de las viejas ciudades que nunca visitaré. Quién sabe dónde está mi geografía.
Allí, entre su cubos de basura, se hace realidad el célebre Tat Tvam As , eso eres tú, mantra en el que después de reírnos largo, debemos volver a tomar en serio para que la arquitectura del universo no se desmorone por nuestra mala cabeza.
No hay espíritu pendenciero. Necesitaba bálsamo y, desde siempre, lo extranjero me alivia mucho más que lo nacional, idiosincrasia del alma que se explica sin duda por mi escasa experiencia viajera y que se remediaría finalmente si tomara el petate o la maleta y me largara a tomar por culo allende las fronteras (todas). Así, pues, y no quiero salirme del tema, no sé quién es el de la foto aunque me parece raro y ridículo.Tampoco se a qué cosa apunta la pancarta ni hasta hace unos minutos conocía a la fotógrafa Nemanja Knezevic (claro que saber ahora que nació en 1985 y que es balcánica no me otorga conocimiento digno de mención; quizás envidia, sí, pero ese sentimiento tan alocado nunca puede confundirse con el saber por mucho que esté en la base de muchas de las cosas que creemos).
El tipo de la foto, imaginemos, no porta su auténtica cara sino que para la ocasión ha tomado el rostro de otro, quizás de un personaje de opereta muy maquillado y empelucado. Por medio de almohadillas le han engordado barriga y piernas antes de colocarle una cara extraída del catálogo internacional de caras normales especialmente ridículas. Y le han dejado solo en la calle. ¿Solo? No, no hay soledad. La iluminación que cae sobre su estampa y la misma frontalidad teatral de la fotografía anulan toda impresión de soledad. Hay otros o los hubo o los habrá. Quizás sea un rezagado de la manifestación contra los malos tiempos. No hay nadie presente detrás del manifestante pero el ridículo de unos cientos de antigubernamentales protestando contra la sociedad del espectáculo y la gran verga de los mercados ("no se consigue nada saliendo a las calles" dicen )se salva y dignifica por esa imagen de un hombre extraño que baja por una calle de Zagreb portando una pancarta.
Oigo la soledad del caminante y el ruido de las ausencias que desgarran la noche de la ciudad. Frente al solitario pudiera estar un coche de policía con agentes armados dispuestos a reprimir la algarada - como el joven que se colocó ante el tanque en Tiananmen. Si de repente aparece un tipo solitario y "apayasado" dirigiéndose decidido hacia la luz, el sentido de la ráfaga se pierde y de la extrema debilidad del manifestante nacerá un malestar extraño en la boca del pistolero y del que ordenó la represión de las calles a plomo y sangre. Eso es sinergia: dos pequeñas cosas se suman y modifican la trayectoria de aquello que inicialmente las duplicaba. Un hombre, una foto.
Evidentemente, la cara con la que han disfrazado al manifestante de Zagreb es mi cara y, en extraña afinidad, yo soy el tipo de la pancarta (me reconocí nada más verme esta tarde en el reportaje de Cafe Babel)
Yo soy un croata. Yo soy el último europeísta de los Balcanes.Yo califico de corruptos a los políticos de mi país exótico.Yo protesto.
Repito que no quiero molestar. Sólo me estoy desfogando un poco y tratando de encontrar hilos de afinidad con esto que es el caso. Estoy convencido, con Saramago, que muchas de las afinidades se pierden por ausencia de órganos de sensibilidad adecuados o por cuestiones de disciplina o modales. Como no nos atrevemos a besar a todas aquellas personas que nos atraen no sabemos si pudieron haber sido la elección definitiva. La tesis de Goethe en la célebre novela - las afinidades entre espíritus (y quizás cuerpos) provocan fuerzas atractivas que rompen las convenciones y tienden a unir a los semejantes como si de un fenómeno magnético se tratara - no me parece completamente acertada (aunque sí excitante). Olvida la presencia de otras mil fuerzas que se interponen, invierten y desvían los acercamientos entre almas gemelas. Por eso, es menester hacer ejercicios de afinidad y buscarse a sí en el exterior, en ese discurso del afuera que parlotea intrigante por las calles de las viejas ciudades que nunca visitaré. Quién sabe dónde está mi geografía.
Allí, entre su cubos de basura, se hace realidad el célebre Tat Tvam As , eso eres tú, mantra en el que después de reírnos largo, debemos volver a tomar en serio para que la arquitectura del universo no se desmorone por nuestra mala cabeza.
Desfógate, querido amigo bicéfalo:
ResponderEliminarmolesta, quiebra, oblicúa, avertiga, bizquea el mundo,
será hermoso verlo cuando ya no tengamos eje, ni rectitud, ni parsimonia, ni ira,
un abrazo fuerte
lo peor - si acaso - es que el eje podrido del viejo mundo siga su movimiento de electrocardiograma plano y olvidemos la manera de quebrar o avertigar o bizquear. lo peor - aún peor (y pudiera ser que lo peor no admita cabo ni frontera) - es que mi alma llegue a una posada en la que crea que sigue con su ira y, en verdad, la bicéfala fuera sólo burócrata de sí, incapaz de ver la electricidad ambiente y se muestre tumbada en una cama ciega finalmente por el horror a seguir abriendo las heridas del logos. lo peor será el caso cuando la soberbia del mundo - tan insistente en su tontería - contagie el desgarro.
ResponderEliminarsalve, amigo stalker!