miércoles, 1 de junio de 2011

BICEFALIA ASCENSIONAL (II). FANTASÍA SONRIENTE

DOS. UNA PEQUEÑA FANTASÍA ASCENSIONAL


Henri Lachambre: Aeronauta- constructor patentado


no os subáis al globo



 Hipersensibilidad a la decepción. Percibo traiciones  en el más pequeño de los gestos y entierro la cabeza en el subsuelo de  mi caparazón para no sentirme abandonado. Me hiero para no descubrir que sus manos son navajas.  Vivir así es morir de amor - lo comprendo - pero uno ya no sabe qué hacer con sus taras. Juro que me gustaría ser menos idiota y no cagarla a cada paso rompiendo lazos precarios y bonitas amistades, confianza y fraternidad humana. Lo intento pero no puedo evitar ver cómo las luces de la ciudad se van apagando según asciendo en mi globo. Todos son hormigas que pierden brillo y me decepcionan porque, seguramente, yo las estimaba eternas en sus colores.



Bailan los entes de fantasía en el imaginario del ingeniero Lachambre.  La tecnología de los aerostatos se asocia con el circo y el más arriba todavía. Subimos  al cielo para encontrar elefantes y acróbatas, jinetes y payasos con jeringas de agua.  Demonios y curas amanerados que miran de reojo a las niñas - alicias. Miro desde arriba y veo el abajo convertido en plano, cartografía bidimensional y cuadro cubista.  Geometrizo como un arquitecto. Aunque también cabe alzar la vista estando arriba y tratar de contemplar el más arriba, el ojo del cartógrafo originario y  el fuego que rodea el cosmos al otro lado de las estrellas fijas.  Sin embrago, en el cielo, prefiero mirar sin arribas ni abajos, en la horizontal ingenua, como un caminante que contempla a las criaturas que habitan en los sueños.  Están ahí, a la mano. Su perfil se fija como dibujo de neón, cartel luminoso o ilustración fantástica de cuento infantil. Tal vez aquí arriba y en el subsuelo habitan los mismos seres pero, vistos desde el globo Lachambre, no muestran sombra de negritud, matiz de desconfianza o rencor. Seres que en la tierra son  incapaces de despertar fábula iluminan aquí arriba  el horizonte del viajero.


Subo en globo como quien se va a un balneario con pocas esperanzas de recuperar la salud pero buscando un espacio libre de decepción.  No quiero pensar en las columnas de Klimt del otro día, ni en el triángulo del arte, el deseo y la muerte. Anhelo un circo de bolsillo, arbitrado en un tela llena de colores y gas. Arriba el globo es uno más de los objetos de la fantasía y su rareza se diluye en las rarezas de los otros, como en una república de los entes debilitados: el elefante esclavo, la mujer barbuda y la niña poseída por la gente pequeña de los bosques; el cuerpo dislocado del contorsionista, la tristeza del payaso y su alegría especular. Los hipersensibles a la decepción subimos arriba y no pensamos que, este paso nuestro hacia adelante, es seguramente el inicio de la gran caída, la mayor de las decepciones. Pero nadie dijo que la mejor manera de vencer al diablo no fuera caer en sus fauces. O sí, no lo recuerdo. El mal de altura, ya saben.


Nunca hice caso al sabio consejo de el Cuco: no sos subáis al globo.

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