Naomi Fisher, Dirty Hand, 2008
Jane
Quisera ser, a partir de hoy, una mujer nueva, una niña o vieja con pamela y vestido floreado que recorre el puerto con un perrito de aguas. En mi brazo llevaré, quemado y sin disimulo, el borrado de un tatuaje en el que los que me miren puedan soñar el mapa de la isla del tesoro o un amor forever. Es mi deseo tener la mano sucia para que el que se acerque a mi lado sepa que se arriesga a la infección, el tétanos y la sonrisa sardónica que provoca. Quiero ser el riesgo oculto en el albergue ( la sombra del resplandor que animaba la escritura de Nicholson en la película de Kubrick) y que ningún tarzán vuelva a quitarme el vestido aunque sea para regalarme un baño delicado y acrobático en la piscina. Renuncio a la fantasía de la vulnerabilidad y al silencio ante las palabras que me nombran. Sólo yo quiero llamar coño a mi coño y que de él (de la palabra y de la cosa) emane una matriz externa que pueda parir gusanos y mariposas.
"Soy una buena chica pero los chistes verdes ya no puedo soportarlos" (Fred Vargas: Huye rápido, vete lejos)
No tengo cartas para volver a confundir la fe con la esperanza.
Soy fuerte y despiadada. En eso nos parecemos los tres habitantes de esta isla. Todos, de un modo u otro, nos inyectamos nuestras propias drogas para sentirnos desvalidos. Esa es la única bondad que nos permitimos, la virtud del que simula su impotencia para no ver el alcance de la destrucción que genera con cada espiración: la oxidación del mundo, el escupitajo en el rostro del otro, la ocupación de su espacio. Esa debilidad de sociodramaturgia es fantasmagoría quijotesca. Hay algo duro y despiadado en ese L que simula ser gusano y me ruega que lo reconstruya como espantapájaros de mi vagina (pero muy fuera de ella; él no quiere nombrarla). También sombrea crueldad el niño que abandonó la escuela creando el fantasma del padre y del maestro, haciendo como que huía y no podía quebrar la línea recta. Sabe que ni papá ni el profe son rivales de mérito. Mujer de hielo y acero bélico yo, con pamela y perro de aguas, con tatuaje borrado para engañar a los que me miran deseando mi cuerpo, relatándoles con mi silencio una triste historia de amor roto que, realmente, no sé ya si ha existido. Los tres somos extremadamente conscientes de que cada movimiento respiratorio, esa rítmica paz del meditador, golpea con fuerza. No nos queda más remedio que jodernos vivos los unos a los otros y los tres idiotas de la isla simulamos hundimiento y hueco del alma para enmascarar con piel de gato el cuero de esa certeza. Sólo entre la jodienda recíproca habita el amor.
Con mi mano sucia y carnal, danzo en medio del bosque como el shiva cósmico. Bailo en el centro de la pista hasta arriba de metanfetamina, sudando el veneno que destruye el mundo. No seré tu jane, ni la matriz de tus aspavientos. Mírame a la cara y conversa metiéndo la lengua hasta el centro de mi cerebro. Bebe el cáliz de mis neurotransmisores hasta el fondo, hasta las heces.
Mientras tanto, a la espera de bárbaros y nuevas depresiones, cuido del niño y de L. Los paro cada día con mi exomatriz, mi arquitectura de barro y madera. Porque sólo una virgen puede alumbrar fuera de sí, sin ruptura de himen, confundiendo el interior y el exterior.
Like a virgin.
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"Soy una buena chica pero los chistes verdes ya no puedo soportarlos"
¿Por qué no aceptamos ni Jane ni la bicéfala ni la Lizbeth de Fred Vargas los chistes verdes?
¿Será por qué, como algunos sostienen, los chistes verdes no son aptos para mujeres?
(¡Voto a bríos! ¿De quién es la voz que acaba de anunciar la anterior proposición?)
Para Jane el chiste verde tiene algo de contradictio in adjecto: lo verde del chiste anula la chispa y la gracia. Es una nota desajustada en el breve canto del relato. El mecanismo sutil de la risa se borra, con brochazo de aprendiz, por la interrupción de un contenido sexual generalmente agresivo y brusco. Sólo el género burlesco roza con encanto las peligrosas ciénaga del chiste verde y tiene que sobredimensionar el elemento cínico - la impotencia, la inversión de lo masculino/femenino, lo camp - para salir indemne del trance. En su su vertiente más cutre, underground y popular (tipo el Teatro Chino Manolita Chen), el chiste verde se salva desde la ternura y la piedad por los perdedores. El chiste verde de bar y copazo de coñac- mientras los tíos se rascan los cojones como afectados por ladillas - y el guiño verbal del compañero de trabajo en la cena de empresa, me lleva a la convicción de enunciar un chiste verde exige (teológicamente) plaga, un antipentecostés que nos deje mudos por arrancamiento de la lengua.
Alguien dijo - no sé si L - que tanto Jane como la bicéfala son voces puritanas. Fijo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFijo. Un día nos cuentas un chiste verde para recibir ese ácido carbónico tan "apreciado" en las noctivagadas por la clorofila. Salud.
ResponderEliminarSigo opinando señor L que su mudo, su isla y todo el caos aparente del entramado de sus pensamientos, siguen las mismas enigmáticas leyes de imágenes mentales y gráficas de los dibujos imposibles de otro señor, el señor Escher, que trató de dibujar Otro Mundo.
ResponderEliminarhttp://nucleogestion.8m.com/HALL.HTM
Al igual que él, su obra es de mirar despacio, con detenimiento…
Un saludo y que nos siga usted sorprendiendo!
Me deslumbra cada frase que leo, aunque no las alcance todas (o una buena parte). No me importa. Gracias, señor L. Buen fin de semana. Mila.
ResponderEliminarGracias. Es un placer saber por su letra que hay alguien que anda por ahí.
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