jueves, 12 de enero de 2012

Drop Out (4º A)

Naomi Fisher: Untitled (Green Pants) [from: You Can’t Fight Mutha Nature], 1998

L
   "Entonces, en cuanto a la anilla, ¿por cuál te decides?
- Por la del pollito - había respondido Joss firmemente
.-Los hombres - había suspirado Lizbeth al salir - siempre tienen que hacerse los listillos.
                                                                                         (Fred Vargas: Huye Rápido, vete lejos)


 Naufraga uno con la esperanza de no tener que ver barco en el horizonte que  nos amenace con nuevas tormentas, hundimientos y barriles de ron bailando libres por la cubierta.  A la isla de L llego hecho un trapo, literalmente, como ese lienzo sin armazón que sólo deja ver algunas manchas de color en su superficie, tapadas con moho y óxido del columpio. Trazas para el recuerdo y la tarde tonta, notas para la reconstrucción, pasados los años, de una época de nuestra vida que podremos llamar complicada y que, cerrando un poco los ojillos, seremos capaces de calificar de maravillosa. Un reinicio en el que el disco duro queda dañado pero con el sistema operativo capaz de retornar al buen uso después de un tiempo de ronroneo, soledad y enciende-apaga constante.

 Puedo decir que he tenido un tropiezo, un devenir impropio que me arroja a la isla  como habitante  orgánico sin huesos y con la certeza, a la vez oscura y luminosa, de ser caja de órganos, tubo de excrecencias y máquina bendecida con aquello que algunos llamaron "obsolescencia programada". Arribamos al nuevo puerto y, después de un par de días en la costa cálida que lubrica el océano, nos vemos en la necesidad de salir del  afuera, hacer equilibrios en las entrañas de la línea, quebrar y buscar sendas en un bosque cenagoso en el que debemos arrastrarnos porque somos gusanos.  Condición humana, podríamos decir, sordos a la risa de la selva que se abre con sus ramas y barros, ciegos a las flores, rastreras criaturas que buscando la soledad del náufrago vuelven a caer en la compañía de otros ... aunque los disimule como espectros.

 L - yo, él - siempre necesitó de espectros humanos para construirse un esqueleto. Se dejó comer para deglutir él la estructura de los afectos, los signos, las maldiciones y las rabietas de otros, edificándose desde dentro al ser comido, como esas criaturas que ponen sus huevos en los cuerpos de otros animales para que las larvas broten rompiendo al que hospeda. Me dejo comer y, baya deshidratada, crezco en el interior de su vientre hasta ser un hombre: L, luis, luisa, loredana, lope, lía... un cualquiera. Ahora es Jane pero antes fueron otras. Jane trabaja con barro y palos y poco a poco me eleva al modo de un mástil marino. Me veo crecer acompañado de mis fantasmas y siento cada vez más propio el esqueleto. Ya puedo levantar el cuello y ver a la mujer y al niño. Puedo abandonar la pose de dependiente y ser sensible a las exigencias de pacto y diálogo. Balbuceo. La otra noche tuve una erección aunque aún pude notar que el palito que sostenía mi piel estaba  un poco verde y, pobre, daba cabezadas.

 Me humanizo, señores. Y crezco en el vientre de Jane sin haber tenido que embarazarla. Su matriz está bien fuera, entre las ramas. Soy un gusano con pinta de leopardo, cubierto con un lienzo de barro y ramajes. Amanezco en la humedad.

Jane me cuida like a virgin.

2 comentarios:

  1. Permítame celebrar su cabezada. Esa continuidad convulsa que me hace pensar en el cantante de blues. Todo aquello que existe en el mundo del cantante de blues pasa por el blues, en él todo está presente. Nada de él puede quedar fuera. El músico Big Bill Broonzy cuenta cómo cierto día, siendo muchacho, capturó junto con su padre una gran tortuga: “La llevamos a casa y mi tío me dijo que hiciera algo para que sacara la cabeza de debajo del caparzón. Tomé una vara y se la puse delante a la tortuga. Ella la mordió y no la soltó. Mi tío tomó una hacha y le cortó la cabeza. En seguida entramos en la casa y permanecimos allí un buen rato. Cuando regresamos no había tortuga. La buscamos hasta descubrir que se encontraba casi en el mismo sitio que la habíamos capturado, junto al lago. La llevamos de regreso y mi tío dijo “He aquí una tortuga que está muerta y no lo sabe”…. eso le pasa a mucha gente. Tienen el blues y no lo saben.

    Saludos L

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  2. Me voy habituando a la isla de L, a la desolación, a lo que se gesta ajeno a las leyes de la masa. Me voy habituando, digo, aunque las sombras y ciénagas del lenguaje me tragan, me despojan de mi ser, me conmueven en suma.
    Esta isla es peculiar. Huyo de las islas al uso, de esas de tarjeta idílica; pero me pierdo en las otras, en las que el paisaje es cárcel de lo humano, vertiente de la identidad que rumia. Ay, cómo desearía un rayo de luna y una palabra alada que me sacara del pantano.

    Muchos abrazos, pero muchos, muchos, que te abriguen en esta isla.

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