martes, 8 de marzo de 2011

08:17. Miro a Rafael Argullol ( . ; ..). Miro su movimiento de alfil en el tablero de los géneros, del tiempo y las geografías. Intento comprender su visión desde el fondo del mar.

Envidia del viajero; piedad en la vacuidad del viajero.

Mi pobre vida sin género narrativo ni viaje. Solo yo y las alegres angustias, las penas penitas penas y el movimiento procaz del sarcasmo o la ironía. Extrañeza bicéfala  en los tiempos que me han tocado y que se desplazan en expectativas y narcóticos paseos, encuentros y conversaciones frustradas. El otro no aparece - como Godot. Cambian las fases lunares y sólo mi sombra me sigue mudita. El otro tiene que estar en el otro lado, a punto de tomar un vuelo transoceánico o cruzar en piragüa un río tropical. Tiene, ahora mismo, una entrada en la mano y nerviosa se acerca a las salas que revelan el genio de Botticelli en Florencia.

 El otro pudiera estar ahora mismo a mi lado y yo vivir, si saberlo, en el hogar.

  Dice Argullol que hay personas que sólo se muestran interesadas en contar al mundo cómo están y otras, entre las que se incluye, que preguntan siempre al mundo cómo se encuentra, qué tiene de nuevo. O, en otro giro, habitan unos en el estar de vuelta y otros siempre-siempre están de ida. Para éstos sólo el viaje(o el navegar) es necesario y nunca el simple vivir. 

Me toco el pecho intentando escuchar el pálpito de mi infarto(posible) o la extensión de mi tumoración(posible). Soy tan egocéntrico, me digo, que sólo en mi geografía encuentro nuevos horizontes. Cuento con voz cansada al mundo cómo estoy. Y estoy de vuelta (sin haber circulado por el camino de ida). Por eso mi vacuidad y mi tara. Sin embargo las voces se rebelan ante el aut-aut de Argullol. Contar al mundo cómo me encuentro fuerza al mundo a narrarnos esas historias que definen su tempo y su ánimo. Es efecto de lo que, no sé si con sonrojo, podríamos llamar voluntad de estilo. Tocar mi piel y la piel de mi piel me hace sentir el temblor del mundo, al que miro de reojo, como doncella o puta, para que me entre y me narre y me recorra con sus viejas historias precisamente cuando cree que no le hago caso. Relatar las pulsiones del yo, el afán por escupir al mundo el "cómo me encuentro", nos convierte en criaturas extrañas que se dejan navegar por el mundo --- como aquellos entes de Minority report que eran capaces de predecir los crímenes  minutos antes de su ejecución.

 Como decía en aquella Cartografía para viejos autistas: Vivo en el mundo; que a nadie importe.

Viajar.... El viajero contempla lo interesante con tal vocación de infidelidad, tan ajeno a la idea de permanecer como custodio del tesoro encontrado,  que siempre nos queda la duda, a los que leemos o escuchamos sus alucinadas andanzas, de si no confundirá lo distinto con lo mismo y lo reiterado con lo novedoso. Tal es la obsesión del que sólo habita en la ida, en el flujo constante de horizontes.

Pero no dejaré que esta tontuna enturbie mi envidia del viajero y su navegación. En la próxima vida seré explorador. Toda mi reflexión es malicia del resentido sedentario. No puedo mentir y menos ahora que son las 09:07 y el sol se deja tentar por las nubes del averno.

4 comentarios:

  1. Mundo navegable, alma fluvial, piel de cabotaje...Son amplias las opciones, y cada uno trata siempre de justificar su caso. Como decía L.Cernuda: "Si renuncio a la vida es para hallarla luego conforme a mi deseo, en tu memoria". A Julia Otxoa le invade un apetito parecido al de la tortuga: "Mi hambre es de nomadismo". Pessoa se explicaba así: "Al final, la mejor manera de viajar es sentir". Son innumerables los lamentos y afanes de aventuras de Eugenio d'Ors, tentativas frustradas. Puedo dedicar la primera parte de mi vida a circunnavegar el globo, conocer islas exóticas, codearme con caníbales y perseguir ballenas, para luego regresar a casa, encerrarme en un cuarto lúgubre y vomitar mis recuerdos en el papel, como hizo Melville.
    Yo creo que verlo una vez es suficiente, pero verlo todo. Por eso he adquirido, al fin, un billete de ida, porque la vuelta está comprada de antemano. Será mi viaje al fin de la noche. Espero encontrar algo más sustancioso que lo que halló Celine. "Desde el momento en que te falta valor para acabar de una vez para siempre con los propios gimoteos, hay que resignarse a ahondar en sí mismo cada día más".

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  2. Anoto las vibraciones de tus palabras, Galgoritmo. Corre el galgo y dice: Para acabar para siempre con los propios gimoteos, "resignarse"- dice. Y "resignarse" es tomar en serio la posibilidad de profundización o ahondamiento en sí ¿o es ahogamiento lo que merecen el sí mismo y sus gimoteos? Alude Argullol a la necesidad de dejarse llevar si en la navegación nos topamos con un vórtice o remolino. Dejarse arrastrar por la corriente y hundirse para, desde el fondo, mirar el mundo desde abajo, iniciar la visión desde el fondo del mar que encierra, un suponer, restros de los todas la voces del naufragio (¿de la especie?)

    Aunque, ¿debemos renunciar a los propios gimoteos, a las pulsaciones del yo y su caterva de emociones (naderías, semillas de rencor, ansias y cristales de la depeción y la frustración? ¿O nos dejamos hundir en ellas, como si fuese un mar interno, tan poco dado el océano subjetivo a toda mayúscula, a toda vocación de universo y concepto, sólo salvado de su tontuna por la voluntad de estilo en el contar, narratividad sin horizonte?

    Gracias, galgo, por decir.

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  3. No conocía a Julia Otxoa. Dice ella: "El secreto de la poesía pertenece más al náufrago que al navegante".

    Sospecha de que el viajero, el que está de ida, el que interroga al mundo en el olvido de sí (de sus gemidos e irregularidades) deja pasar lo otro en lo mismo, traiciona infiel la permanencia al suponerla misma torrada recorriendo las horas. La infidelidad del viajero, ¿deja huella en los puertos que recorre?

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  4. Al igual que en el desierto, donde cada duna es diferente del día anterior, el hombre-viajero se desplaza como una onda y su infidelidad se perpetúa, ¿podríamos seguir calificándola como tal?

    La permanencia es una fotografía del tiempo con los ojos cerrados, y luego un recuerdo de un recuerdo y finalmente un nido caído al pie de un roble. La permanencia sabe esperar mejor que yo. Sólo sé permanecer deprisa...

    Pero a quién le importa la dignidad , qué relevancia tiene ser pulga de rata... Qué supone una huella en un puerto...o es el caparazón el que sufre arañazos y quemaduras y acumula restos de algas y esqueletos filosóficos... Marcar impronta, dicen...y si no, ¿se habrá venido a la vida para nada? ¿Lo peor de lo peor?

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