jueves, 9 de febrero de 2012

Hay una distancia que me separa de todo


Hay una distancia que me separa de todo.
El momento presente es algo
que no logro aprehender hasta que caduca.
Más que a mi cuerpo
un sexo excita mi memoria.
Empiezo a olvidar donde y con quién he vivido cada recuerdo.
Desde lejos observo mis manos hacer
como quien observa las manos de un actor.
Y dentro de mí
nada que permanezca.
(Miriam Reyes, vía Emma Gunst)

 Escribo ahora, en medio de la batalla, violencia y dolor de veras, en serio, real-real, hace solo un minuto, menos, ahí a la mano, como la hoz o el cuchillo en la revuelta, ente salvaje de fuego seco, semillas de granada sustituyendo a todos los dientes, raspado por las amenazas filiales que no puedo cubrir con cursivas y la ficción en el núcleo de este tumor que no cesa, apodíctico como la mentira que habita siempre en estas páginas, adicto a la imposible distancia y habitante del extrañamiento que me lleva una y otra vez a la aguja que descose heridas, la aguja que mi madre usaba - quemada la punta - para abrirme la piel y sacarme la espina, para buscar la raíz del divieso, el clavo, la materia muerta de la que nace la vida exultante del tumor y todo aquello que supura ahora en este sitio, hace solo cinco minutos, en la lucha fratricida, el deseo de emasculación propia, impropia, alterada, diez minutos o menos, aún sigue la batalla al otro lado, sí, la oigo, y digo  yo porque soy una mierda de psicópata que escribe o el soldado que se inyecta la dosis última de morfina cuando está el enemigo calentando su miedo en la trinchera,  follado por el miedo como hace un minuto me quebraba el alma la camisa desgarrada acompasándose al pulso de la chuta, violando la realidad con esta ficción, la ficción de veras, encerrada en la entidad de la cosa que de tan imposible se hizo la contingencia que nos toca, siempre en precario para dar alas a la esperanza que nos manosea y desvirga ad infinitum, todos violados, golpeados sin apoyo judicial, amenazando con la pistola inexistente, la ingesta de matarratas como Emma Bovary, el pie en la ventana que anticipa el salto, todo en la ficción que de tan cercana a la guerra es muy de verdad, haciendo luz y sombra, más luz, más dios, más oración, más ruego, más morfina, más morfina, más morfina.

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 Leí esta tarde el poema de Miriam Reyes y su estela me acompañó en el paseo como espectro amable. Avanzada la noche, en medio de la violencia, el poema me ha mostrado todo el páramo siniestro que brota de su extrañeza  - un poco al modo de la Lulú chupasangre que torna su sonrisa de joven desvalida en ansiedad de destructora. Tengo experiencias de la conversión de la sonrisa en dentellada y sé vivir con la marca sin demasiada dependencia de la farmacopea. Me muestra ahora el poema la cara oculta de mi ebriedad y de mis miedos, define a la perfección lo que me iba a suceder, su lectura fue profética, el poema ha sido mi tarot y los posos del café, el poema parió esta escritura que de tan de veras es la más inmensa de la mentiras, la de aquello que no puede ser, lo imposible, el rey dormido que no despierta para amar a la reina Juana, la reina en  Tordesillas, yo en la torre con ella, negros, alumbrados con el poema de Miriam Reyes, sabiendo que lo que acabo de hacer, escribir en medio del combate, con la sangre aún fresca, es imposible, no hay distancia, mediación, sacerdocio de la lengua, tregua meditante.

 Busco a Goya, ahora, y lo encuentro



1 comentario:

  1. Esa distancia que nos separa, sí y que, prodigiosamente, y por contraste paradójico, nos aproxima y nos arroja sobre la playa de las palabras, las grandes gurús de nuestro interior, las que nos cercan y limitan, las que nos conforman y nos dan la medida del mundo, de nuestro mundo, siempre un mundo propio, aparte, calcinado por los reveses de la memoria, sepultado por los adjetivos del espíritu y por los verbos de la desolación.
    Somos náufragos asidos al salvavidas del lenguaje.

    P.S.- Denso y hermoso el poema de Miriam Reyes.

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