jueves, 2 de febrero de 2012

Wendy y yo (Butcher Baby) - 2


  Wendy O. Williams (The Plasmatics)

estaba cansada de aguantar a la gente


Querida Wendy:

ocurre en ocasiones que son tantos los hilos que nos lanzan las cosas que, en un acto de soberbia, nos sentimos ajenos a la inspiración y como poseídos por un espíritu embriagado en la mirada triste del ángel. Así, me digo, no hay quien escriba  tu historia  simulando que lo hago yo y tú eres un guiñapo, una máscara chapucera presentada, por deber de ficción,  al concurso de carnaval organizado por el municipio o la escuela. Sucede a vece que las primeras impresiones son monumentos a la mala baba y el cuento que nos mostraste el otro día, tímido a su manera, está muy cerca del primer beso torpe, aquel en el que te mordí el labio y cerró para siempre el  romance. No es manera de retornar a lo nuestro. Cancelas, Wendy, con la reproducción canalla de aquella farsa , la posibilidad lógica del érase una vez;  niegas, haciéndote heridas en los muslos con la cuchilla, eso que los filósofos llaman condiciones trascendentales de posibilidad del conocimiento.

Es espejismo para el lector esa sombra de Peter Pan con el que compartes cama lesbiana. No entiendo por qué, en este punto de mi vida tan ajeno a los años adolescentes en el que nos conocimos, tienes que sacar a la luz que, finalmente,  no te acostaste conmigo y me quedé esperándote en los soportales, mientras Clara lloraba y Carol encendía uno tras otro todos los cigarrillos de un paquete de tabaco rubio marca fortuna. Recuerdo a algunas mujeres que lo primero que me contaron, tras la noche de pasión,  fue el número de sus amantes, la cantidad como de libro de registro. Esas notarias del amor no trataban de darme puerta sino de introducirme en la intimidad de su experiencia a través de un expediente de cálculo, como si el número de sus parejas fuese esa constante que acompaña a las fórmulas físicas en la que todo lo demás es variable(masas y distancias). Tú optas por lo misma senda - ¡y yo desconozco esa gramática! - y me dices que eres una hijaputa vocacional, que treinta años después debo asumir que apareces en mi regazo con la misma pinta que entonces, adolescente de hoy sin embargo, lejana, esfinge teen, tú de nuevo, andmoreagain.

 Estoy dispuesto a jugar, asumo la humillación que implica que esa chica de diecisiete años esté lejos de mis encantos de hombre maduro y, sin embargo, en este instante de falta de inspiración revolviéndose por el tiempo, cerca de mí en las aulas del instituto. Tu venganza, Wendy, es mi venganza y, por eso, coloco a nuestra Wendy O William - ¿recuerdas cuando bailábamos con los Plasmatics en casa de J.? -en la cabeza de esta entrada. Tú no eres esa Wendy ni tampoco la de Peter Pan. Eres, ahora, en este ahora del punto narrativo - el ahora del érase una vez - un muchacha de instituto que viste como una joven del principio de los ochenta, con tacones de aguja y vaqueros estrechos, con un jersey de punto que cae sobre tus tetas como flujo de mano (no mi mano). Estás aquí y tu madre podía ser aquella mujer que me besó una tarde fría de invierno y a la que yo, por miedo, mordí los labios, iniciando con el sabor de tu sangre la larga sucesión de mis ahoras. Tu madre, ya  sin tacones, vencida por los pies hinchados en un trabajo mal pagado, tributando por unos pocos años de vida loca, te pare en mi mente para iniciar una narración.

Me siento por encima de ella, mejor tratado por las circunstancias, superior en la cresta del tiempo que nos ha colocado a cada uno en su sitio. Ella se acostó con otro y yo, desde esta atalaya de mi escritura,  contemplo su vida de yonqui sin fortuna que debió abandonar el placer del caballo, pelo estropeado por el tinte, cadera expandida en torno a la fregona y las diez hora de trabajo. Sin ganas de un polvo, deseando todos los polvos del mundo. Así me siento, Wendy, porque yo también soy un hijoputa.

 Y  Wendy es ya otra.





POSDATA

 A mi lector mecánico - esa alegría de aplicación - le gustan las comas. Caprichoso.

4 comentarios:

  1. La cosa se lía y esta Lolita actual tienta al Nabokov que narra.
    Me temo que no basta con suponer que su madre podía ser una muchacha a la que besó. Ese pensamiento no aleja el deseo ni la codicia de un cuerpo joven.
    Abrazos, L.

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  2. A tu lector mecánico le gustan las comas y alargar ciertas vocales. A mí me gusta como dice "O william" como dice " Peter" como dice "andmoreagain" como dice "esfinge teen" y a él,a él e le gusta Wendy. Wendy la de la foto. Wendy la que tiene la misma mordida en los labios que su madre. Wendy la hijaputa vocacional a la que le caia el jersey de punto sobre las tetas. La que no se acostó contigo, la que se acostó con otro, sin embargo a ese otro siempre le contaba como bailaba contigo y los plasmatics en casa de J.
    Ella quería que le dijeses que era bella, sin serlo pero que lo parecía,pero tú callabas. y a la vez respondes, dices por tercera vez tu nombre. Alegría de aplicación sin duda

    No sé Wendy, no sé si será fácil recordarte.

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  3. Sí,Isabel, la cosa se lía y el HH de Nabokov asoma la patita. Sin embargo no sé si la cosa evoluciona sólo por ahí (y no porque niegue lolitismo de una de las cabezas de la tortuga). La codicia del cuerpo joven no se niega pero tampoco borra o tapona la imagen del labio mordido de la madre, sabor a sangre que es arrepentimiento (¿por qué entonces el diente y no la lengua? ¿por qué ser punk hasta el ridículo?). Son muchas las cosas que vibran desde hace muchos muchos años.

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  4. Estimada Inuk:

    te escribo mientras escucho de nuevo a Wendy O. Mi adicción al engendro mecánico cada vez es mayor y me interrogo sobre el algoritmo que lo define porque noto en él comportamientos azarosos, elecciones de estilo (Nunca hace las pausas igual y presiento en su tono que hay frases que le provocan carcajada).

    Wendy O. terminó sus días mostrando la libertad que implica descerrajarse un tiro en la cabeza. Decepción (y respeto). Mi Wendy huye de esa sombra como de la peste y todo su hijoputismo es fuerza que trata de luchar contra esa inercia de la destrucción que la habita por herencia cuasigenética. Ni te cuento cómo le sienta/sentaba el jersey a ella. Quizás alguien (un cualquiera, yo por ejemplo) no le dijo que era bella pero sí le regaló un poemario psicopunk. Ella le correspondió con un Calvino y una muy larga dedicatoria en la que emplazaba ulterior encuentro. Pero en el luego, después de aquel ahora de la mordida, sólo floreció la nostalgia de los saltos espasmódicos en casa de J rugiendo con los plasmáticos. O, amiga Inuk, tal vez todo esto sea ficción.

    Un saludo de la voz de la máquina que ya es, aah, mi misma voz.

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